No soy abuelo, ni bisabuelo, ni tatarabuelo de nadie. No soy corrupto, no boto basura a la calle, no soy trabajador, no me gusta la tuna, ni la aceituna.
No puedo vivir sin algunas comodidades burguesas, no soy comunista pero simpatizo, no soy de derechas porque no me conviene. No creo en el milagro económico peruano. No votaría si fuera gratis.
No me gusta despertarme temprano, no soy el que conoce algún huarique donde se come riquísimo, no podré conversar de cosas bobas sin esfuerzo, no tengo mayor interés en nada que no sea diferente.
No soy amiguero, no me gusta lo que a la mayoría, no soy pesimista, no me gusta hacer lo q tengo que hacer sino lo que quiero hacer. Con frecuencia, no estoy en el lugar o en el momento correcto, no sé que hacer cuando eso sucede. No puedo vivir sin Lía o Gael, no soy el mejor amigo de nadie. No me gusta la juerga por la juerga, tampoco el sabor de la cerveza a menos que la sed sea intensa en cuyo caso tomaría hasta pichi si estuviera helada. No me gusta mucho la televisión y me causa culpa mirarla. No he leído todo lo que quisiera, no escribo porque quiero sino porque debo. No soy nunca el que la gente espera aunque yo también, en mis mejores días, sea gente. No puedo evitar dormirme en el cine. No me gusta querer ir a dormir y no poder hacerlo. No quisiera irme pero me voy. Yo no soy ni Paul, ni Jhon, ni George, ni Ringo, ni Morrissey, ni Björk, ni José José.
No somos nada. Sobre todo usted, dijo don Ramón
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