7/5/13

(Des)Igual

A su corta edad, el hospital del Niño ya era un lugar familiar. Llegaba hasta allí y siempre se trataba de esperar, mirando y descubriendo ese entorno de una decoración inspirada en cuartos de baño con mayólicas de un verde deprimente. Frente a él, cuerpos de mujeres sentados en bancas incómodas que era todo lo que uno podía conseguir para descansar de tanta espera sin final.
No se le permitía utilizar sus manos para tocar. Se le había dicho con anticipación y mucha constancia que aquel era un lugar peligroso. De allí podría salir infectado de cualquier cosa que se arrastrara por esos pasillos que olían y repetían galletas de vainilla que manitos torpes entregaban a bocas aún más torpes para ser lamidas y morir en esos labios que las deshacían en polvillos que acababan tantas  manos amorosas que buscaban poner orden en ese caos que es cada niño de menos de cinco.
Se preguntaba de vez en cuando si era así como se veía, si los interiores de su piel habían trascendido y estaban allí a vista de todos, bajo esa nariz que se podía apenas adivinar bajo los ojos y sobre esa boca que a lengüetazos iba distinguiendo y descubriéndose en este mundo tan nuevo y ya tan parecido a un hospital del estado. Usaba los dedos también de vez en cuando y se reconocía. La conciencia de ser diferente y la ignorancia de no saberse cuan diferente. 
Es silencio porque así se le ha dicho en los brazos de esa mujer a la que él no lo sabe aún pero le costará décadas descubrir cuánto lo ama y cuan equivocada está por ello. La mira y ella está mirando a los otros, tal cual lo hacía él hace unos segundos. Sabe que cuando aquellos ya no estén, ella le comentará lo que vio con horror o alegría pero siempre con sorpresa. Y él hará preguntas pero por más que haga le será imposible encontrar la respuesta que en realidad busca en cada visita a este lugar. 

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