El Rímac era entonces un lugar lejano al que papá lo llevaba en micro para que se entrene en el Cristal. La 16 se perdía por Jesús María y luego de cruzar el centro por la plena avenida Tacna, se detenía, siempre, frente a esa estatua rara por colorida, que homenajeaba al trabajador. Y esos trabajadores parecen niños jugando, en la ciudad que se parece a todas las demás ciudades.
Luego había un gran conjunto de casas. Departamentos más bien, construcciones pintadas de verde. Ordenadas e infinitas, colmenas inescrutables desde la ventana de la 16 y allí nomás ya había que bajarse.
La 16 no entraba a Amancaes, desde Álcazar caminaban ansiosos hasta el complejo del club que esa década conocería la gloria de un tricampeonato y un subcampeonato continental. Pero entonces no era más que ese equipo celeste al que siempre había que ganarle si se quería salir campeón. Y se le ganaba.
Entonces el cóndor Mellán hacía lo que podía con más de 30 chiquillos que no hacían más que perseguir la pelota de un lado a otro mientras él los miraba y conversaba. Él observaba sin sumarse al tumulto, pendiente del momento que le tocara lanzarse sobre el balón atrapado en esos veintitantos niños que lo peleaban incansablemente. Él prefería decirse defensa y esperar muy cerca a su arco, su papá desesperado a un lado de la cancha diciéndole que participara del juego.
Luego del entreno, caminar de vuelta hasta Alcázar. Una cuadra antes de alcanzar la avenida, papá compraba un pan con chicharrón. en un lugar que está hasta hoy pero al que él no ha vuelto a entrar. Por la vereda se iba comiendo y papá le contaba que si caminaban en dirección contraria, llegarían al cerro y que esa era la pampa de Amancaes con sus flores de Amancaes y una fiesta costumbrista que ya había desaparecido. Igual que las flores ya.
El tiempo ha pasado para ordenar y nombrar todo eso que sucedía los sábados en ese invierno que hoy da nostalgia. Han tenido que pasar muchos años, poca vida, para entender lo que estaba pasando cuando él era apenas un niño siguiendo a su papá. Hoy Amancaes, el Cristal, el pan con chicharrón, esa unidad vecinal del Rímac, el monumento a los mártires de Chicago, la 16, papá, su sueño de que él cumpla su sueño, todo eso se beneficia de lo vivido para darle forma y entenderlo en un rompecabezas cuyas piezas entonces, eran imposibles de ensamblar.
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