Esa vez tiene que haber sido la primera vez. Uno de los cremas se internó por el lado izquierdo, hasta el área chica y cuando salió el arquero, la tocó hacia el centro. Ese tal Seminario solo la añadió. Y luego celebraron allí mismo en el área chica, una pequeña montaña humana donde el que estaba más abajo de todos golpeaba el grass con su puño. Los cremas ganaron uno a cero.
El gol tiene que haber sido antes de los 30 del segundo tiempo porque su papá se lo perdió. Solo pudo escuchar el grito de las tribunas desde afuera. Él estaba con su hermano en oriente. El viejo entró para la segundilla y se encontraron allí en la tribuna ya con el marcador a favor. Los cremas habían jugado el último partido del triplete y le habían ganado a ese equipo de blanco y azul al que él recién estaba aprendiendo a ganarle.
Cuando salían, su hermano le enseñó que si se perdía entre la multitud, debía buscar un policía para que lo cuide hasta que él pudiera encontrarlo. Había mucha gente a la salida del estadio.
Quizás esa fue la vez que la gente se fue caminando y él de la mano de su papá se fue con ellos. Y todos eran de la U, caminando contentos, dueños de la calle, ocupando los carriles centrales de Alfonso Ugarte. "Se van al Lolo", le dijo antes de que se separaran de esa improvisada marcha de felices gentes que acababan de ganar un partido de fútbol.
Al día siguiente de ese pequeño triunfo, extrañado, sentiría que el pan que siempre comía, el francés del "Pelosi", tenía un sabor más agradable que los demás días y no tardó mucho en descubrir el por qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario