Justo conversábamos la otra vez sobre los ovnis en Chilca y nos acordábamos que en las noches de verano quedábamos algunos sentados al borde de las veredas. Y si corría viento nos cubríamos las rodillas con el polo.
En las vacaciones, conversábamos por ejemplo, de las fiestas a las que habíamos ido en épocas de colegio. Y yo no había ido a ninguna, a veces porque no me gustaban pero sobre todo porque me daba vergüenza bailar. No lo hacía mal pero se me antojaba una de esas actividades sociales que los adultos nos imponen a los niños para que seamos ya desde entonces como ellos. Así también me sucedió con el saludo de mano. Me parecía ridículo que lo hicieran y que todos lo tomaran con tanta seriedad. Quizás me hubiera gustado mejor saludarme como lo hacían Kiko y Toto en aquellas épocas en que se fue para Venezuela con don Ramón que de moroso en la vecindad, pasó a dueño de una tienda de abarrotes.
Las tardes después del colegio eran de televisión.
Estaba por ejemplo el Bugs Bunny y las Merry Melodies a las 5 de la tarde porque al gobierno se le ocurrió que a las 4 pm, todos los canales de tv nos dieran una hora de clases simultánea en algo que se llamó "La Hora Cultural" o alguno de esos nombres estúpidos y pomposos con lo que se bautizaba todo en los 80s.
También estaban Nopo y Gonta como a las 3 que se ponían a hacer manualidades infinitas y tan sencillas que no se llegaban a concretar en los hogares ni en las manos de nadie. Es que se veía tan fácil hacerlo y uno mejor lo consideraba ya hecho y se evitaba la fatiga, como nos lo enseñó el tangamandapiano más famoso de ese pueblo.
La televisión acompaña en esas tardes grises en que una mamá acostada en su propio cuarto dicta las órdenes de lo que ha de suceder pero no ejecuta ni un ápice, solo usa su voz de varita mágica para que todos sigamos sus reclamos, sus deseos y sobre todo, para que sepamos con claridad, en qué debemos desobedecerla.
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