Plantar un árbol. Yala. Tener un hijo. Yala. Escribir un libro.
Al coger uno le abres la puerta a aquel que pensó que lo que tenía en la cabeza merecía perpetuarse. Alguien más tuvo que estar de acuerdo pues se animó a publicarlo. Y muchos más decidieron que estos tenían razón pues decidieron leerlo.
El te puede acompañar a todos lados pero a diferencia de Dios no te juzgará. Se abre para ti y el mundo desaparece. Deseas que haya tráfico para poder avanzar un poco más en tu lectura. Deseas quedarte a vivir en ese bus si solamente tuvieras la manera de hacerlo.
Miras tu biblioteca y es la historia de tus otras vidas. Con La Visual viajaste alrededor del mundo y conociste a mucha gente importante, con Zezé lloraste tras cada paliza, escuchaste la voz de don Ricardo contándote la historia menuda de esa ciudad caótica en la que vives, fuiste testigo del coloquio de dos perros y fue lo más normal del mundo, te impresionaste al saber que Teresa había atravesado la vida de esos tres cadetes adolescentes tan diferentes pero al final entonces tan iguales.
Y si no tienes nada que mirar en tu librero, entonces tu vida no es más que una lucha incesante por ser uno más pero con más que los demás. Y te pierdes de mucho por si no lo sabes pues las vidas que te faltan yacen allí.
Regalándome un libro me harás muy feliz. Hay cosas por las que sí vale la pena mendigar.
Regalándote un libro soy feliz. Disculpen el egoísmo.
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