29/4/13

La Casona Menguante

Al final de la calle uno encontraba un pequeño parque donde en las primeras memorias estaba el busto de Túpac Amaru. En realidad no estaba ni al final ni sobre nuestra calle, pero estaba bastante cerca y era fácil verlo para quien se dirigiera a la primera cuadra del Jirón Yungay. 
Pensándolo bien y hoy hacia atrás, esta área rectangular no era realmente un parque o quizás lo era cuando yo lo conocí pero se inició como el enorme jardín fronterizo de esa casa enigmática que se caía a pedazos hacia el acantilado de San Miguel. 
Seré honesto y diré que no tengo la más mínima idea de la actual existencia de esa casona. Sé que en aquel lugar hoy en día existen una serie de edificios sin carisma, nuevos ricos que se guardan para sí toda la vista al mar. Al haberlos visto a la distancia, grises e invasivos, no sé con ninguna certeza si se ha respetado esta casona misteriosa que mostraba una fachada de tiempos atrás blanca que alguna vez habrá sido, amarillenta que fue en los inviernos de mi niñez y adolescencia. Sé que se sabrá perdonar tamaña muestra de ingenuidad.
Tendría dos pisos o tres. Tenía un estilo que hablaba de un pasado aristocrático. Me he preguntado más de una vez como y en qué momento esta casa fue abandonada. Porque fue así, en estado de abandono, como yo la recuerdo. Cada mes, cada año un pedazo de este  lugar incógnito se desprendía y caía rodando hacia el mar, adonde no conseguía llegar pues la basura, el desmonte y luego la pista le impedían llegar.
Una vez, muchos años después de mi adolescencia y muchos más aún de mi niñez, llegué a tal lugar. Fui a la parte trasera, la que daba al mar y pude ver como era esta una casa de Barbie a escala natural.  Cortada por la mitad, se podían todavía mirar los acabados de este lugar que algún alma sensible decidió levantar para simplemente encender su corazón con cada recorrido por él. Un día sin embargo, esta sensibilidad se desvaneció. Y el lugar que había construido primero en su mente y luego con paciencia, en terreno firme también, con constancia pero lentamente fue desapareciendo hasta quedar solo en el recuerdo borroso e inútil de un ser humano que de madrugada y en calzoncillos, intenta traducir al español esas sensaciones producidas en su recuerdo. Como puede verse, sin mayor éxito.

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