En un edificio azul de La Victoria funcionaba una empresa importadora de mangueras. El primer piso había sido convertido en una enorme tienda y luego en cada piso al menos un departamento pertenecía a la dicha empresa y funcionaban como oficinas o depósitos o almacenes. En los demás departamentos simplemente convivía gente.
Pero un día hubo que abrir un departamento a la fuerza. Al parecer había estado abandonado por mucho tiempo. Vino el chofer de la empresa, un gigante de casi dos metros y con la ayuda de pequeños ayudantes, lograron al cabo de unos pocos minutos abrir la puerta de ese lugar al que el hombre hacía tiempo no accedía. Una vez que entraron , frente a ellos vieron un lugar detenido en el tiempo. Intactos, los muebles y accesorios se encontraba ordenados, los artefactos cual si hubieran servido buenamente hasta hace minutos y la oscuridad de las cortinas cerradas. Lo único que daba fe del abandono en que se encontraba el domicilio era la gruesa capa de polvo que todo lo cubría.
Las miradas entre todos fueron inevitables y así también lo fueron los pensamientos impuros; el saqueo era inminente. Vajilla, libros pero sobre todo los discos, cientos, miles de ellos perfectamente conservados y acomodados en lugares destinados especialmente a ellos. Música de todo tipo, long plays mantenidos en perfecto estado por el tiempo, muchos de ellos probablemente vírgenes, sin haber sido jamás molestado por la aguja recurrente de algún tocadiscos.
Entonces tuvieron que ser 'Los Panchos' para papá, pero no le gustaban tanto al final. Música clasica en colección del Reader's Digest y un José José para mamá. Real maravilloso huir por las escaleras scuras del edificio con bolsa de grueso plástico blanco llena de música y ssalir a escondidas del edificio aunque todos supieran lo que venía sucediendo. Viaje en micro de una hora e inmaculados, los redondos vinilos, resucitaron en una casa que de allí en más y por un largo tiempo decidió ignorar la mentira digital y sumergirse en el pasado plástico y negro de cantores atemporales.
Pero un día hubo que abrir un departamento a la fuerza. Al parecer había estado abandonado por mucho tiempo. Vino el chofer de la empresa, un gigante de casi dos metros y con la ayuda de pequeños ayudantes, lograron al cabo de unos pocos minutos abrir la puerta de ese lugar al que el hombre hacía tiempo no accedía. Una vez que entraron , frente a ellos vieron un lugar detenido en el tiempo. Intactos, los muebles y accesorios se encontraba ordenados, los artefactos cual si hubieran servido buenamente hasta hace minutos y la oscuridad de las cortinas cerradas. Lo único que daba fe del abandono en que se encontraba el domicilio era la gruesa capa de polvo que todo lo cubría.
Las miradas entre todos fueron inevitables y así también lo fueron los pensamientos impuros; el saqueo era inminente. Vajilla, libros pero sobre todo los discos, cientos, miles de ellos perfectamente conservados y acomodados en lugares destinados especialmente a ellos. Música de todo tipo, long plays mantenidos en perfecto estado por el tiempo, muchos de ellos probablemente vírgenes, sin haber sido jamás molestado por la aguja recurrente de algún tocadiscos.
Entonces tuvieron que ser 'Los Panchos' para papá, pero no le gustaban tanto al final. Música clasica en colección del Reader's Digest y un José José para mamá. Real maravilloso huir por las escaleras scuras del edificio con bolsa de grueso plástico blanco llena de música y ssalir a escondidas del edificio aunque todos supieran lo que venía sucediendo. Viaje en micro de una hora e inmaculados, los redondos vinilos, resucitaron en una casa que de allí en más y por un largo tiempo decidió ignorar la mentira digital y sumergirse en el pasado plástico y negro de cantores atemporales.
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