El día que Bernal recibió su libreta electoral por primera vez, fue el día en que enterraron a Lolo Fernandez. Un diía antes pidió permiso para ausentarse del trabajo ese día y muy temprano se fue al Callao, a La Punta a recoger su boleta militar o algo así. E l asunto es que él esperaba tomarse más tiempo pero al final todo terminó en menos de 15 minutos. A las 8 de la mañana salió a la calle y miró a todos lados contemplando la belleza de un completo día libre por delante. Salió para el centro de LIma donde debía tramitar la libreta electoral. Tomó un bus que lo llevó rapidísimo. Hizo cola, esperó, entregó sus fotos, en media hora más 9 y 30 había dejado de ser un indocumentado. Decidió caminar.
El primer lugar donde recaló fue Polvos Azules. Bazar interminable, le gustaba recorrerlo una y otra vez imaginando lo que haría con algunas de las cosas que podía comprar allí. Pantalones, camisas polos, videos, discos, zapatillas, miraba todo con la esperanza de algo que llamara su atención. Hasta que encontró La Ciudad y los Perros en video. Lo compró para recordar una noche familiar en que se quedó a verla por televisión pero vencido por el sueño no logró ver más allá de los diez primeros minutos.
Luego fue y teminó en la biblioteca nacional sacando un carné que usaría con frecuencia en los sábados tristes de universidad. Y entonces ya era mediodía en sus orejas, los pies le dolían, tenía hambre. Pero sobre todo, había algo que lo decepcionaba que era el mirar hacia adelante y saber que no había nada por hacer, que seguía siendo el mismo del día anterior y de antes de su cumpleaños dieciocho. Nada había variado, la calle era la misma, el centro seguía igual, seguramente la casa a la que ahora volvía en derrota tampoco habría cambiado, ni la familia, ni los amigos. Ni él en realidad. El futuro continuaba siendo el pasado pero ahora con la esperanza cada día en bajada más pronunciada.
El primer lugar donde recaló fue Polvos Azules. Bazar interminable, le gustaba recorrerlo una y otra vez imaginando lo que haría con algunas de las cosas que podía comprar allí. Pantalones, camisas polos, videos, discos, zapatillas, miraba todo con la esperanza de algo que llamara su atención. Hasta que encontró La Ciudad y los Perros en video. Lo compró para recordar una noche familiar en que se quedó a verla por televisión pero vencido por el sueño no logró ver más allá de los diez primeros minutos.
Luego fue y teminó en la biblioteca nacional sacando un carné que usaría con frecuencia en los sábados tristes de universidad. Y entonces ya era mediodía en sus orejas, los pies le dolían, tenía hambre. Pero sobre todo, había algo que lo decepcionaba que era el mirar hacia adelante y saber que no había nada por hacer, que seguía siendo el mismo del día anterior y de antes de su cumpleaños dieciocho. Nada había variado, la calle era la misma, el centro seguía igual, seguramente la casa a la que ahora volvía en derrota tampoco habría cambiado, ni la familia, ni los amigos. Ni él en realidad. El futuro continuaba siendo el pasado pero ahora con la esperanza cada día en bajada más pronunciada.
"ya era medio día en sus orejas", "El futuro continuaba siendo el pasado pero ahora con la esperanza cada día en bajada más pronunciada"
ResponderEliminar...debe ser una de las cosas más pajas q he leído ultimamente.
Gracias. Q chevere q te haya gustado.
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