Me gusta Colombia. Es un lugar de gente creativa, culta, digna. Son originales, viriles ellos, hermosas ellas y lo real maravilloso está allí y se siente tan a la mano que es un asombro tras otro lo que va proviniendo de tan atractiva tierra.
Mockus, Andrés Caicedo, García Márquez, Amparo Grisales, Barranquilla, Medellín, Cali, el grupo Niche, los Titanes, Joe Arroyo, Pablito Escobar, los cárteles, los Buendía, Betty la Fea, tanta belleza y tantos héroes y villanos de fábula y de los otros que nos recuerdan a esta tierra del café.
Y del fútbol. Porque es imposible hablar de Colombia sin hablar de su fútbol. Y lo primero es El Dorado. En los 50s Colombia se desafilia de la FIFA y crea una liga de ensueño. Por Perú va Valeriano, Gomez Sánchez y tantos otro a poblar al Millonarios, al América, al Nacional, al DIM y demás. El 4-4 ante URSS en el mundial de Chile es los 60s. CCCP = Con Colombia Casi Perdemos. Luego no hay Colombia hasta los 80s, eliminando a Perú de México 86. Cueto, La Rosa, Malásquez en equipos colombianos. Inolvidable la narración de La Malasqueña, gol de antología considerado el mejor gol marcado en el Atanasio Girardot. El Nacional de Medellín campeón de la Libertadores con Pablo Escobar en la tribuna. Se dice en Perú que los peruanos enseñamos a los colombianos a jugar fútbol, pues en los 90s los alumnos superaron largamente al maestro.
La década empieza con uno de los momentos más sublimes de la historia del fútbol: el gol a Alemania en el mundial. El Pibe la toma, la amarra, la esconde y de un soplido deja a Rincón solo frente al enguantado alemán. Minuto 92, huacha y mi papá a solas, en casa gritando frente la TV Mitsubishi en esas mañanas de huelgas de maestros...
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