Al cambiar de colegio había que empezar de nuevo a hacer amigos. Así que este pequeño hombrecito llegó de la mano de algún familiar que ya no recuerda a aquel lugar tan lejano de casa en el que iniciaría una nueva vida escolar. 6 meses antes había dado un par de exámenes y en uno de ellos se sentó junto a Cesar Oliden a quien claro, no conocía de nada pero al parecer ambos recordaban bien sus caras pues al verse aquella mañana inmediatamente se reconocieron y se sentaron juntos en uno de esos maceteros abundantes que adornaban los patios del colegio nuevo. Intercambiaron unas pocas palabras intrascendentes y esperaron. Tras algunos minutos, se encontraron ambos en una larga fila con muchos conocidos y algunos desconocidos de meses ha que traían la misma cara de desorientación, ansiedad y expectativa que ellos. Se cantaron los himnos (del Perú y de Alemania), alguien irreconocible dijo algunas palabras olvidables desde un micrófono y entonces era momentos de pasar a los salones (jamás a las aulas, horrible palabra).
El salón 5º E estaba en el segundo piso. Alguien los condujo, ellos obedientes aun, en silencio, el pequeño hombrecito pensando en que el camino era largo hasta allá y me voy a sentar en el primer lugar que encuentre. Entraron al salón y los primeros de la fila cogieron sus lugares lo más pronto, los demás los imitaron y fue una competencia de segundos, nadie quiere quedarse sin asiento. El pequeño hombrecito avanza y finalmente en la cuarta carpeta de una fila encuentra un lugar. Al otro extremo de tal carpeta hay alguien más. Las miradas se encuentran, se estudian en una fracción de segundo. Blink, Malcolm Gladwell.Se aceptan mutuamente y se sientan simultáneamente. Sonríen sin mirarse, están contentos de que no les haya tocado sentarse con alguna mujer.
- ¿Cómo te llamas?
- 'Hombrecito', ¿y tu?
- Raul.
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