Lo que sucedió después de aquel día no se recuerda pero se puede deducir. Frau Belaunde fue la Klassenlehrer ese año así que ella debe haber sido quien estaba frente a todo este grupo nuevo de 30. Probablemente repartieron los libros de ese año, quizás no todos, solo algunos. Seguramente Frau Belaunde hizo uso de esa pizarra mágica que subía o bajaba y cuyos extremos derecho e izquierdo podían cerrarse sobre el centro de la misma. Debe también haber explicado algunas generalidades.
En cuanto a los nuevos, se intercambiaron las primeras palabras y se rompieron los hielos entre niños casi adolescentes que no sabían nada el uno del otro. El hombrecito miró alrededor y buscó a José Picón. Felizmente no estaba, le cayó muy mal 6 meses antes.El resto de lo que sucedió tal día sería irrelevante.
Aquella semana se sucedieron muchas novedades. Ya no era una sola señorita que enseñaba de todo menos inglés. No. Era un profesor para cada curso. La Frau Bakovic, debutante como ellos. El Herr Niemitz con su muñeca Tanja. El profe Vale con sus apodos y su palomillada. La Frau Ferro y sus textos hechos por ella misma. La Frau Ulfe y su contrastante seriedad. Y su mechón de canas en la frente. La gorda Lopez y sus faldas de abuela además del terrible dejo alemán sobre su español imperfecto. Tanta gente nueva, tanto pelito rubio.
Además, en esos días el hombrecito se tomaba cada recreo para andar como ahora desanda y explorar sus límites en tal espacio inacabable. Había mucha gente en ese patio y después, había otro patio, como galaxias caóticas. Curiosamente, al volver al salón notaba que en aquel lugar algo común se había estado formando entre los otros 29 nuevos como él. Se sintió excluido. Demoró 3 días en darse cuenta que el salón participaba en cada recreo de un juego común de policías y ladrones. Todos participaban. Menos él, claro.
Así que al cuarto día participó y ya el hombrecito y Raul cruzaban cada día más palabras.