27/3/12

Vómito

Un día, en el colegio, vomité. Era el primer grado y yo estaba sentado a unas cuatro carpetas de distancia de la señorita Emily. No recuerdo quién era mi compañero de carpeta.
Fue antes del recreo y mi malestar me hizo decir en voz alta que, justamente, me sentía mal. Pero ella no me creyó. Éramos 45 pequeñas energías, imagino que era difícil de manejar, así que probablemente lo tomó por algún tipo de engreimiento. Al poco rato repetí, esta vez que me dolía el estómago. O la barriga. Y entonces Diaz tuvo que ir al kiosko a pedir un vaso de agua para mi, le dijo la señorita Emily. Aún hoy no entiendo la relación entre dolor de barriga y vaso de agua.
Hasta que finalente sucedió. No pude comprobar los efectos medicinales del vaso de agua porque antes que Diaz llegara con tan prometedor remedio, mi desayuno se esparció sobre mi cuaderno Loro doble raya y por gotas un poco de él cayó desde el borde de la carpeta sobre el falso mármol del suelo de nuestro diario salón del conocimiento.
La señorita Emily sí debe haberme creído ahora porque se molestó mucho. Me gritó que era un cochino y sin disimular asco me cogió de mi mandil para llevarme hasta la puerta del salón.
- Anda al baño a lavarte, me dijo, así que fui.
Por mi habitual falta de iniciativa, llegué al baño y me paré junto al lavadero. Y allí esperé uno, dos, cinco, diez minutos a que alguien viniera a limpiarme pero nadie lo hizo. Quien sí llegó fue Castañeda a decirme que venía de parte de ella para decirme que ya vaya al salón. Pero ahora ella se molestó porque seguía cochino. El piso y mi carpeta ya habían sido limpiados.
Permanecí con vómito en mi mandil hasta el fin de clases, cuatro horas más tarde. Me recogió papá y me preguntó qué había sucedido, le conté. Recuerdo que se molestó pero no conmigo. No sé si reclamó o no, pero no me dijo cochino y volvimos a casa.

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