19/3/12

SHOPPING

Ir a comprar ha sido siempre, para mi, algo complicado de hacer.

Un día del 96 recibí lo primero que podría ser considerado un salario y por los siguientes días recorrí el centro de Lima en búsqueda de algo en lo que valiera la pena gasta. Compré ropa, cassettes piratas, videos porno,libros de segunda, revistas usadas, jornadas interminables de pinball. Pero nada logró satisfacerme.

Desde entonces, he tenido regularmente sucesivos fines de mes en los que una recarga financiera me permitía el lujo de pensar en que gastar algunas monedas. La amarga verdad, sin embargo, es que hasta el momento nada ha logrado hacerme sentir satisfecho. Ha habido felicidades intermitentes y tristes pero casi ningún objeto ha logrado convencerme de ser un comprador sagaz.

Uno tras otro se han sucedido zapatos que se encogían o se alargaban al día siguiente de comprarlos, ropa cuyos colores me avergonzaban a las pocas horas de poseerlos, artefactos que a los pocos días dejaban de funcionar o lo hacían mal y de mala gana, comidas que provocaban vómitos o enfermedades, apuestas fallidas en las que dejaba mi esfuerzo en manos ajenas y desconocidas, victoriosas gracias a la perversión de sus estadísticas.

Por eso temo siempre las compras, hacerlas, decidirlas, pues por experiencias sé que me llevarán al mal rato de comprobar que una vez más he quedado en el camino, derrotado por vendedoresde pericia indescifrable para quienes soy apenas un rival de segundo orden.

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