24/3/12

pizza

Las primeras pizzas que probé en mi vida fueron las de La Romana. Un par de veces papá llegó a casa como siempre, alrededor de las 10 de la noche y con su sonrisa de boca cerrada y sus ojos chinos hermosos traía en sus mano aquella caja de cartón que por su aroma prometía tanta alegría de tanta novedad.

Las siguientes pizzas que recuerdo fueron las de mi papá próspero y borracho. Luego de sobrevivir a una crisis económica agobiante, papá consiguió un trabajo que pagaba bien. Y allí estaba entonces él, cada sábado por la noche, llegando a casa, borracho de tanta felicidad con alguna de esas comidas que apenas 5 años antes él sólo podía mirar con los dientes clavados en el labio inferior de tanta impotencia de no poder ser feliz haciéndonos felices. Un sábado era chifa, el otro pollo a la brasa y de vez en cuando fue pizza. Pizza Hut. Y él nuevamente, allí sonriendo con sus ojos chinos hermosos, y su sonrisa cerrada y esa nariz borracha y la boca, incoherente.

Y después crecimos y tuvimos que buscar la felicidad por nuestra cuenta.

Desde hace año y medio he vuelto a comer pizza. Un día la pedimos, pletórica de carne para celebrar algún día sin nada que celebrar. Como llegó tarde a la semana siguiente tuvimos otra gratis, y sin pagar. Y la última pirzza la he comido hace minutos y mientras escribo se me antojó otro poco y con una mano como y con la otra lo describo y me acordé de esa sonrisa y esos ojos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario