Cuando niño se me impuso la creencia en Dios. Se me explicaron sus características y se me obligó a rezar cada mañana junto a cientos de otros niños, padres nuestros y ave marías que muy pocos comprendíamos. Es decir, yo tampoco entendía mucho que digamos. Fue así por muchos años pero bastó cambiar de colegio para que me fuera alejando de aquel concepto. Ya no aspiraba a ser como San Antonio María Claret sino más bien como alguno de los Beatles. Sin embargo debo confesar que seguí creyendo. Orgullosamente proclamaba conocer a Dios y entender lo que trataba de hacer con nosotros y de las cosas negativas que nos sucedían. Pero claro, cuando uno es adolescente no piensa en Dios tanto como en el sexo y entonces Dios andaba lejos y reaparecía solo para los momentos de crisis.
Al salir del colegio la soledad que me costaba sobrellevar me llevó a renegar de todo y buscar llamar la atención con cualquier actitud polémica o inofensivamente provocadora que se me pudiera ocurrir. Obviamente entonces, decir que era ateo o agnóstico o satánico se volvió lo común al ver que a otros que igualmente se declaraban así no les caía ninguna maldición o los partía el rayo celoso del creador. Y así fue por algunos años. Ser cool desafiando a Dios ante la mirada de los demás, cantar canciones que hablaban del diablo o decir simplemente que Dios no existía se volvió rutina aunque en el fondo sabía que aquello no era cierto. Yo seguía creyendo pero no lo sabía.
Hasta que finalmente me he rendido ante la evidencia. Dios existe. Yo lo sé y sé también y creo porque así lo quiero que hay algo más que todo esto. Quiero pensar que las cosas no se terminan hoy más pronto que ayer. Que podemos seguir presentes aun cuando ya no tengamos esta forma física que habitamos. Dios es una de esas cosas que me ayuda a darle sentido a todo este caos en el que estamos inmersos.
Sé también que Dios es mucho más grande que cualquier iglesia. Que no hay que creer en los charlatanes que se aprovechan de la culpa que sentimos. Que el ser humano tiende a defraudar y que buscar a aquel que no fallará es como buscarle explicación a esa enormidad que es aquel que nos espera a nuestra muerte.
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