16/6/13

11-11

Ella quería tomarse fotos. A mi no me gustan las fotos. Encima eran fotos de las antiguas de esas que pretenden tener cien años pero que son de unos días atrás. Ya se imagina, te disfrazas, pones alguna cara, no necesariamente la mejor, y un día más tarde tienes en tu poder un sobre con un puñado de fotos impresas en papel kodak de la menor calidad aceptable y hay un recuerdo que contarás como un pretexto cada vez que alguien ría al verte con un sombrero de copa y un traje antiguo junto a la expresión más solapada que has podido poner.
En fin, hacia allá íbamos, en un micro porque cobraba barato y era cerca. Tomarse las fotos sonreír, pasar de eso, ir a trabajar, esa era la misión hoy incumplida pues total al final ella ya había iniciado aquello llamado descanso pre-natal y era cuestión de esperar nada más hasta que este se convirtiera en post-natal. 
Nos bajamos de ese vehículo y nada más bajar y caminar unos metros ella se detuvo detrás mio. Espera, me dijo. La vi y antes que me lo dijera yo ya sabía. Era un líquído que caía por dentro hasta las medias y ella sin querer moverse un centímetro. Sí, se había roto la fuente, ya lo sabíamos así que le pedí que se siente. Busqué un taxi cualquiera en ese momento y ella caminó torpemente hacia él, ya se sabe, el miedo. Cuando estábamos adentro, camino a una clínica, le cogí la mano y secretamente le agradecí. Llamé a quienes debían saberlo y el camino era muy largo. Solo quería verlo y que me viera.
Las horas fueron cortas para lo que nos habíamos preparado. Todo empezó a las tres y acabó antes de las diez. Quería gritarse al mundo. Quería gritarse. Pero en el siglo XXI las cosas no se gritan, se textean. Algunos pudieron saber que Aquel ya había llegado al mundo. Menos respondieron. Me emocionó ver a un abuelo romper las reglas para mirarlo por primera vez. Esperé que el mundo me felicitara pero no lo hizo. Era una de esas pequeñeces que lo son todo en la vida. 
Pasaron los días y se aprende. Se aprende que uno no ha descubierto América. Solo se ha tenido un hijo. Se le mira y cuesta comprender. Se le ama pero no se puede hacer más que eso.
Entonces un día descubres que tiene tus mejillas, que reniega como tú. Que sonríe como tú. Que canta lo que tú cantas y que la vida que lleva es la que tú le das. Que cuando da un paso tú corazón se acelera y que deseas que nunca llore. Pero eso entonces no existe y que simplemente hay que escoger sus llantos. 
El 11-11 es el día en que nos conocimos. Mucho gusto Paul McCartney, agradecido de que nos conozcamos y de ser testigo nada más de lo que vives. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario