24/6/13

Mirko

De pronto ves un nombre, ves un cumpleaños y te pones a recordar porque esa es una de las cosas que más te gusta hacer.
Recuerdas por ejemplo esa mañana lejanísima hoy en la que llegaste tarde como siempre, solo que esta vez llegabas varios días tarde. Y traías contigo todos los útiles que te habían pedido para empezar a estudiar en ese lugar nuevo donde eras el nuevo pues los demás ya tenían una vieja amistad de días. Entonces por una casualidad del alfabeto te llevaron a sentarte junto a Minaya y por allí andaba Norero también. No sabías que hacer pero recuerdas con claridad cuando este tu primera amistad escolar te dijo que San Antonio María Claret era tu patrón y es más, no solo tuyo sino el de todos los presentes en ese largo salón. No supiste que responder pues no entendías con claridad lo que significaba patrón.
O después recuerdas esas olimpiadas claretianas, las primeras donde tu fuiste un nervioso arquero de un Perú que se dejó golear por un Uruguay. Y allí estaba Minaya nuevamente solo que él fue el glotón que escogieron para que les dé una medalla. Y allí estaba su mamá y la recuerdas pidiendo una gaseosa que no fuera oscura porque él no podía. 
Te acuerdas que antes de su fiesta en aquel primer grado, cogiste un libro y te pusiste a leer teatro infantil. Tu papá te llevó a esa fiesta que fue en un hogar pequeño pero tan colorido y tan alegre. La pasaste bien aunque nunca has sido aficionado a las fiestas. Feliz cumpleaños Minaya, le dijiste hace exactamente 28 años y como ha pasado el tiempo. 

21/6/13

Anabelí

Cuando una niña es hija de la directora del jardín donde estudias, no te queda más que enamorarte de sus ojos verdes. Aunque tenga los dientes picados.
Durante los recreos entonces, la observas sin que ella pueda notarte. Conviene ser uno más que se confunde con facilidad entre la multitud. Te invitan a jugar lo que sea pero siempre desistes cada vez de manera diferente porque prefieres seguirla en sus movimientos, se sienta, corre, se molesta bajo el sol de un invierno descontrolado, es feliz bajo un mandil gris con su nombre en hilo rojo inscrito en el pecho libre aun. Y tú allí con ella, aunque ella no lo sepa. Están juntos porque tú lo has decidido. Hay que verlos nada más, uniformados y de la mano, torpes caminando bajo los árboles de una vereda en la Magdalena de los 80s.
Sabes que quedan pocos minutos para el odioso timbre y planeas la infiltración. Quieres seguir mirándola para acariciarla en tus dendritas, haciendo conexiones en millones por segundo para que queden registradas en un mañana y por siempre si hay la vida eterna de las iglesias. Te acercas distraído y ella sigue sin saber de ti. Toca el timbre, se acabó el recreo, te obligan a volver a un salón oscuro sin ella. Nadie nota tampoco tu ira, solo piensas en mañana, en volver para mirarla y quizás esta vez sí, contemplarla hasta su iluminado salón, colorido, ideal.

20/6/13

Tres Patines

Era lo más anticool que existía pero en las vacaciones, alejado de tanta modernidad y zapatillas de marca era posible serlo. Más aún escondido en la noche, con apenas el televisor encendido en blanco y sepia luego de un carnaval de noticias sobre terroristas y crisis económicas. 
Tres bloques más la presentación a ritmo cubano y una caricatura inmóvil que se despedía con los créditos en letras blancas. Había sido siempre una larga espera y acurrucado en el sillón con el viejo leyendo sus periódico en la mesa, me quedaba dormido indefectiblemente en los comerciales entre la primera y la segunda secuencia. Después despertaba y era para mirar el final mientras preguntaba de qué había tratado todo sin obtener mayor respuesta que el "vamos a dormir" correspondiente.
Su figura menuda, raquítica, su sombrero crema rodeado de una gruesa raya blanca que estoy seguro debe tener algún nombre que desconozco y sus explicaciones absurdas de una lógica irrefutable ante el juez que multaba a un ritmo incontrolable en pesos cubanos pre-Fidel Castro. Eso queda. 
El argentino Patagonio, el español El Curro, Luz María Nananina, tanto como otros se turnaban en caso tras otro en los que el acusado Tres Patines demostraba siempre ser presa de algún malentendido que para su mala suerte cada vez lo terminaba favoreciendo.
La imitación que hace de él Guillermo Rossini es simplemente mala. Exagerada, sin gracia, parodia de la parodia no hace más que repetir las frases del genio sin insertarlas en algún contexto acorde a ellas. 
Nadie más veía estos capítulos infinitos, versiones precursoras de esa justicia que hoy tenemos, la tremenda corte que no hace más que hacer palidecer a eso que hoy nos intenta convencer de que hay legalidad. Tres Patines, defiende a tanto desafortunado visitante de los juzgados de esta ciudad tinterilla.

19/6/13

Tony

La pena es un asunto de explicación escurridiza.
Se sueltan lágrimas por una persona muerta a miles de kilómetros de uno, que ni siquiera era pero interpretó a uno de los personajes que fue dulce compañía y que no me desamparó ni de noche ni de día por varios meses. Los Soprano, desde esa pantalla, una familia que sin saberlo busca su identidad alejándose de la herencia mafiosa a la que hasta entonces han estado condenadas las generaciones anteriores.
No era fácil tomar partido en el caso de Tony. Un asesino desalmado que sin embargo intenta por todos los medios no matar al ser humano que lleva adentro. Sería tan fácil si la violencia realmente diera los resultados que promete pero como tantas moralejas nos lo han dicho por miles de años, entregarse no nos llevará más allá de un mediano plazo. Tony es ese héroe que yo hubiera querido ser si tuviera el valor. 
El actor James Gandolfini ha muerto hoy y se ha llevado el carisma de un jefe de una banda criminal que ha sido imposible odiar. Q.E.P.D.
(Torpe homenaje, ni siquiera homenaje, apenas una mención honrosa)

18/6/13

Callejón sin salida.

Era un día de protestas en la Lima de los años treinta. O veintes. La cosa estaba movida, es lo que interesa. Por un lado los obreros se enfrentan con consignas a una policía que mantenía quizás en aquel tiempo algo de la decencia que hoy le es prácticamente inexistente. No es cierto que unos pocos policías corruptos denigran el uniforme. Es al revés. Unos pocos lo salvan, lo demás es todo corrupción y de la triste, la indigna, la que se vende literalmente por unas monedas.
Entonces no solo eran los obreros, los estudiantes también habían salido a las calles. Vociferaban con un libro en la mano, el saco que marcaba en la mayoría de ellos un origen de clase alta, educados para gobernar el país. Jóvenes que aún no habían caído bajo la influencia idiotizante de una caja boba indispensable en cada hogar del planeta y balnearios. 
La policía pues no era tan corrupta pero era más violenta. No había tanto derecho humano, ni tanto juez. El comunismo, el aprismo, todos delitos que no era necesario comprobar. Estalla la represión, la chispa es desconocida o con mayor seguridad inexistente. Corren por sus vidas y por su libertad cientos de jóvenes universitarios, siempre con el libro en una mano, el caos se apodera de las calles. La Colmena, el Parque Universitario, hasta la Plaza San Martín, todo es una gran sabana donde depredadores de uniformes verdes corren tras presas indefensas que solo cuentan con el puño izquierdo en alto, la lucha de clases, los siete ensayos. SEASAP. Los obreros también se dispersan, tienen que huir pues sus familias los esperan para que las alimenten, cinco, seis hijos, ya se dijo, la caja boba todavía no anestesiaba a las sociedades, una mujer abnegada que se encargaba de criarlos y el marido de fábrica en fábrica, de calle en calle buscando que le paguen sin sentirse explotado.
Algunos de esos obreros alcanzan el Jr. Azángaro, los persiguen los verdes, todo es corriendo, nada de persecuciones de Hollywood, todo sucede en blanco y negro, con gomina en el cabello y el rostro blanquísimo. En ese mismo jirón se refugian algunos estudiantes. Todos corren pero ahora hay dos que van juntos, aparte de las manadas que los protegían. Uno con el libro en la mano, el otro recién salido de la fábrica donde hizo muchas más de las ocho horas que hoy reclama. Corren juntos y sin hablarse planifican como escapar, su captura es inminente.
Perdidos ya, se meten a ese callejón, corren hasta el fondo y atrás siguen esos policías. Al encontrarse con la pared se miran por menos de un segundo, dan media vuelta sincronizados y sus espaldas se recuestan en esos ladrillos fríos. Los ven acercarse pero ninguno se rinde. No se sabe quien fue el primero pero al final ambos caen abatidos.
Sus cadáveres yacen uno junto al otro al fondo de ese callejón, en una cuadra del Jr. Azángaro, a media cuadra de La Colmena
Esta historia simboliza la unidad obrero-estudiantil.
Años más tarde un señor le contaría a su hijo esta historia y ese niño nunca la olvidaría.

17/6/13

Los artistas

"... mamá yo quiero saber, ¿de dónde son los cantantes?"

Los cantantes son como los amigos lejanos que nos envían una carta abierta. Los pintores dedican todas sus energías a mostrar la belleza que solo sus ojos captan. El escritor busca novedad en el oficio más antiguo del mundo: narrador de historias.
El director de cine se ha rendido así que mejor te la cuenta con dibujitos. El actor hace suya las palabras de aquel otro y las entrega transfigurado en la imaginación de todos. 
Está el poeta con su lira eléctrica y rayos que brotan de sus sienes abultadas. El que compone una canción para poder cantársela a quienes se rehúsan a escuchar. El que esculpe sobre piedra.
Hay muchos que se refugian bajo la carpa colorida para sorprender en la era de la tecnología imposible. Un inexistente declamador (¿así se dice?) que se come las palabras para que no desaparezcan inspirado en Farenheit. 
Los cocineros no son artistas.

16/6/13

11-11

Ella quería tomarse fotos. A mi no me gustan las fotos. Encima eran fotos de las antiguas de esas que pretenden tener cien años pero que son de unos días atrás. Ya se imagina, te disfrazas, pones alguna cara, no necesariamente la mejor, y un día más tarde tienes en tu poder un sobre con un puñado de fotos impresas en papel kodak de la menor calidad aceptable y hay un recuerdo que contarás como un pretexto cada vez que alguien ría al verte con un sombrero de copa y un traje antiguo junto a la expresión más solapada que has podido poner.
En fin, hacia allá íbamos, en un micro porque cobraba barato y era cerca. Tomarse las fotos sonreír, pasar de eso, ir a trabajar, esa era la misión hoy incumplida pues total al final ella ya había iniciado aquello llamado descanso pre-natal y era cuestión de esperar nada más hasta que este se convirtiera en post-natal. 
Nos bajamos de ese vehículo y nada más bajar y caminar unos metros ella se detuvo detrás mio. Espera, me dijo. La vi y antes que me lo dijera yo ya sabía. Era un líquído que caía por dentro hasta las medias y ella sin querer moverse un centímetro. Sí, se había roto la fuente, ya lo sabíamos así que le pedí que se siente. Busqué un taxi cualquiera en ese momento y ella caminó torpemente hacia él, ya se sabe, el miedo. Cuando estábamos adentro, camino a una clínica, le cogí la mano y secretamente le agradecí. Llamé a quienes debían saberlo y el camino era muy largo. Solo quería verlo y que me viera.
Las horas fueron cortas para lo que nos habíamos preparado. Todo empezó a las tres y acabó antes de las diez. Quería gritarse al mundo. Quería gritarse. Pero en el siglo XXI las cosas no se gritan, se textean. Algunos pudieron saber que Aquel ya había llegado al mundo. Menos respondieron. Me emocionó ver a un abuelo romper las reglas para mirarlo por primera vez. Esperé que el mundo me felicitara pero no lo hizo. Era una de esas pequeñeces que lo son todo en la vida. 
Pasaron los días y se aprende. Se aprende que uno no ha descubierto América. Solo se ha tenido un hijo. Se le mira y cuesta comprender. Se le ama pero no se puede hacer más que eso.
Entonces un día descubres que tiene tus mejillas, que reniega como tú. Que sonríe como tú. Que canta lo que tú cantas y que la vida que lleva es la que tú le das. Que cuando da un paso tú corazón se acelera y que deseas que nunca llore. Pero eso entonces no existe y que simplemente hay que escoger sus llantos. 
El 11-11 es el día en que nos conocimos. Mucho gusto Paul McCartney, agradecido de que nos conozcamos y de ser testigo nada más de lo que vives. 

13/6/13

Horóscopo

Los vasos estaban hechos de ese vidrio grueso y opaco que usualmente se utilizan en tales reducidas imitaciones de chopp. Alucinaba mirar esas figuras con los nombres castellanizados de cada uno de los signos del zodíaco y las fechas correspondientes y terminarse el jugo que había preparado doña Silvia. O el té o la leche, lo que fuera. Las otras generaciones allí conversaban, una recostada en una hamaca eterna la otra de visita, siempre con algo que leer en las manos, quizás esa tarde con una guayabera puesta, la televisión encendida.
Entonces cabía preguntarse donde estaba Leo, el signo que correspondía a esa última generación todavía en  la era del asombro. Dos vasos sobre la mesa pero uno eran los gemelos y el otro el cangrejo. Leo debía ser león, dedujo y miró hacia la cocina pensando que quizás podría encontrar aquel vaso al alcance de sus pocos centímetros, así, sin molestar a nadie que hasta hoy no le gusta causar incomodidad. Se fue acercando sigilosamente, un paso cada vez, como quien se resiste pero no puede evitar la atracción del descubrimiento, de la búsqueda por la búsqueda, de encontrar al menos una respuesta en el día de hoy que como todos los demás acumula preguntas incoherentes y de las otras.
La cocina por supuesto, no tenía una puerta, solo había que cruzar ese umbral amplísimo y así lo hizo. Allí estuvo en esa oscuridad que se aceleraba con cada centímetro que se alejaba de la sala. El ligero desorden de platos y cubiertos daba esperanza que resultó vana. En un respostero, alto, inalcanzable estaba el animal. Un león en contornos rojos, las fauces abiertas, amenazando a diez platos inertes. Ese era él cuando una voz grave lo llamó desde la sala. Era hora de irse. Despídete de tu abuelo, le dijeron.

11/6/13

Prehistoria

Era una mañana toda sensación de navidad y en casa había un disco nuevo, de los Parchís. Se escuchaba una y otra vez y la portada era azul. Pasó también que la cola del programa de Yola era muy larga y entonces cuando finalmente pudimos entrar me la pasé durmiendo en el hombro de mi ocasional compañero de asiento. Al despertar ya todo había terminado y me contaron que mi hermana había participado en uno de los juegos. Le teníamos miedo al Mariachi que era un jardinero que caminaba las calles del barrio. Mi hermano me dijo que antes de nacer yo era un angelito y volaba por la casa pero que luego nací y ya no pude volar más. Me imaginé como una cabeza con alas. Cuando estuvo de moda Luis Miguel yo lo imitaba en la sala de la casa y todos aplaudían. Estábamos con papá en una plaza redonda enorme de casas muy viejas y amarillas, la plaza Bolognesi. Había un perro Bobby que siempre me perseguía y yo corría en círculos y él allí también corriendo detrás mío. No lloré cuando me pusieron la inyección de la anestesia porque me dijeron que debía tener vergüenza de hacerlo. Nos pasábamos la mañana peleando en la cama de mamá con mi hermano hasta que yo lloraba a los gritos y la señora Amanda venía a tocarnos la ventana y preguntar que sucedía. Mi hermano cocinaba tazones repletos de papas fritas que comíamos a escondidas cuando estábamos solos en casa. Mi tía me daba de comer todas las verduras que nadie más quería comer. Usaba pantalones de lana que se descosían un poco cada día. 
Esto era yo antes de ser yo.

9/6/13

Herr Friedrich

Fue solo un remplazo y se quedó para siempre. Alguna fibra habremos tocado, el asunto es que al final de la clase prometió que volvería para quedarse y así fue al año siguiente. Inmediatamente sus anteojos redondos, su cabello rubio mal recortado, nuestras referencias recientes nos remitieron a John Lennon y así fue conocido mientras de vez en cuando lo veíamos en los pasillos y nos saludaba con afecto sin nosotros comprender muy bien por qué.
El asunto es que al año siguiente esperábamos la primera clase de alemán en marzo y él se apareció con sus zapatillas que no iban con el pantalón y su camisa jean de algún color extraño y dijo sus primeras palabras en un español mascado que aplaudimos pues nos entusiasmaba esa pinta de rockero decadente que traía y que nos auguraba un tiempo de mucho relajo durante sus clases. No fue tanto así al final.
Nos caímos bien y esa es la verdad. Algún alemán aprendimos, yo muy poco aunque vale decir que en eso él no tenía mayor responsabilidad. Fue un año de vernos varias veces por semana, conocernos más, conversar de cualquier cosa, verlo mover nerviosamente los dedos jugando a veces con la tiza, otras con un adminículo para guitarristas que luego descubrí que era para fortalecer los dedos.
Al año siguiente ya no tuvimos que esperar a la clase de alemán correspondiente sino que nos lo encontramos ya la primera vez que fuimos a clases, recibiéndonos como profesor principal del salón. Nos entregó los libros, conversamos como siempre lo hacíamos y nos dio la noticia que seríamos también alumnos suyos en clase de música. Nos animó pues él era justamente músico y andábamos todos bastante alborotados buscando identidad en acordes de guitarra, música para bailar y voces exóticas de cantantes de rock que jamás vendrían al Perú ( o al menos así se sentía en aquel entonces). Todo fue básicamente lo mismo en realidad. Aprendimos el Hava Nagila, We are the champions, discutimos alguna vez si Queen era mejor que Guns and Roses, si Slash, si Brian May y demás.
Y eso fue todo pues al terminar el año, no volvimos a saber de él. En la revista anual se le despidió escuetamente, con una foto suya y con un sencillo Keep on rocking.
Años después vi en televisión un reportaje televisivo sobre él. Las cosas le habían ido mal. Hablaron sus hijos, su esposa, pero él no.
Seguramente tenemos todos un buen recuerdo de él.


7/6/13

Fujimori

Fui fujimorista y alenté su triunfo electoral en 1990 ante aquel demonio de la derecha que representaba Vargas Llosa. No entendía muy bien de que iba la cosa pero en aquella campaña seguí cada día los titulares de Página Libre que iban dando cuenta del recordado tsunami que finalmente logró derrotar al "candidato de los ricos".
Para el 5 de abril lo único que me incomodó fue el hecho que a causa del dominical y nocturno anuncio, se suspendió la emisión de la Serie Rosa. Al día siguiente no hubo clases y eso equilibró bastante mis ánimos. Eran tiempos de La Cantuta, Barrios Altos, grupo Colina, pasaban cosas importantes pero mis hormonas ocupaban los pensamientos de esa adolescencia confusa como todas nada especial en realidad.
Quise que ganara Perez de Cuellar en 1995 pero no me afectó demasiado su derrota. Es decir, estuve tan deslumbrado como todos por los grifos nuevos en casi cada esquina, la cuasi derrota del terrorismo y las gracias del chinito curioso que salía en Aló Gisela y Ferrando.
En el 98, en pleno mundial, me uní a la resistencia y me sentí rebelde pegando carteles de madrugada y marchando hacia palacio de gobierno, portando alguna pancarta y gritando consignas contra el dictador.
Para el 2000 ya no participé activamente pues mi esperanza había declinado considerablemente pero celebré cada pequeña victoria de la valiente oposición que se jugaba la vida para salir de todo el excremento en el que estábamos sumidos.
Hoy pienso que Fujimori está bien dónde está. Soy también de la idea que debe morir preso porque le hizo mucho daño a nuestro país. A su falta de escrúpulos le agrego su cobardía, dos de las características más detestables en cualquier ser humano. Nos envileció, cambió nuestra escala de valores a una que nos degradaba como seres humanos.
Estoy feliz de que se le haya negado el indulto porque no lo merece y porque además me resulta chocante la falta de dignidad con la que se usa a sí mismo para intentar manipular a la gente que aun lo cree algo de lo que dice. Ni siquiera tiene la dignidad de morir en su ley, es un cobarde. Es prepotente y así lo son también sus seguidores. Es un asesino que no merece compasíón.

5/6/13

Dios

Cuando niño se me impuso la creencia en Dios. Se me explicaron sus características y se me obligó a rezar cada mañana junto a cientos de otros niños, padres nuestros y ave marías que muy pocos comprendíamos. Es decir, yo tampoco entendía mucho que digamos. Fue así por muchos años pero bastó cambiar de colegio para que me fuera alejando de aquel concepto. Ya no aspiraba a ser como San Antonio María Claret sino más bien como alguno de los Beatles. Sin embargo debo confesar que seguí creyendo. Orgullosamente proclamaba conocer a Dios y entender lo que trataba de hacer con nosotros y de las cosas negativas que nos sucedían. Pero claro, cuando uno es adolescente no piensa en Dios tanto como en el sexo y entonces Dios andaba lejos y reaparecía solo para los momentos de crisis.
Al salir del colegio la soledad que me costaba sobrellevar me llevó a renegar de todo y buscar llamar la atención con cualquier actitud polémica o inofensivamente provocadora que se me pudiera ocurrir. Obviamente entonces, decir que era ateo o agnóstico o satánico se volvió lo común al ver que a otros que igualmente se declaraban así no les caía ninguna maldición o los partía el rayo celoso del creador. Y así fue por algunos años. Ser cool desafiando a Dios ante la mirada de los demás, cantar canciones que hablaban del diablo o decir simplemente que Dios no existía se volvió rutina aunque en el fondo sabía que aquello no era cierto. Yo seguía creyendo pero no lo sabía.
Hasta que finalmente me he rendido ante la evidencia. Dios existe. Yo lo sé y sé también y creo porque así lo quiero que hay algo más que todo esto. Quiero pensar que las cosas no se terminan hoy más pronto que ayer. Que podemos seguir presentes aun cuando ya no tengamos esta forma física que habitamos. Dios es una de esas cosas que me ayuda a darle sentido a todo este caos en el que estamos inmersos. 
Sé también que Dios es mucho más grande que cualquier iglesia. Que no hay que creer en los charlatanes que se aprovechan de la culpa que sentimos. Que el ser humano tiende a defraudar y que buscar a aquel que no fallará es como buscarle explicación a esa enormidad que es aquel que nos espera a nuestra muerte.

3/6/13

Avanza, avanza

Avanzaremos como sociedad cuando seamos capaces de dejar de lado nuestros caprichos.
Seguramente aquel chofer que hoy se llevó por delante el espejo de aquel otro debe estar contando con orgullo lo que hizo. Arrojó por su ventana unas humillantes monedas que no sumaban más de 2 soles a quien con justicia le reclamaba. Y terminó saliéndose con la suya frente a un policía que no intervino porque no podía dejar su puesto en la puerta de una tienda. Aquel chofer se rió de aquel otro. En resumen, lo cagó.
Es triste pensar que lo más probable es que quienes escuchemos su historia, reiremos con él y tácitamente lo felicitaremos por su hazaña. Y así siempre.
Seremos mejores cuando la prepotencia no sea un valor. Cuando ser el más pendejo no sea admirado sino comprendido en lo triste y bajo que ello significa. Cuando podamos ver más allá de los siguientes diez minutos. Cuando comprendamos que el dinero es solo una de tantas otras maneras de buscar la felicidad. Cuando podamos usar el cerebro para darnos cuenta que no nos hace menos hombres el respetar a una mujer. O a otro hombre.
Cuando nuestro objetivo no sea dejar muerto de rabia al otro. Cuando podamos descansar en el valor de la razón.
¿Avanzaremos?



2/6/13

1991

El primer partido lo escuchamos con el viejo, echados en la cama en la vieja radio Panasonic en la que siempre escuchábamos la radio y él sintonizaba sus emisoras de otras latitudes. Era contra Cristal y había que ganarlo para poder ir a la Copa del año siguiente. Fue empate y cada penal fue sufrir juntos la tensión y la esperanza de poder sacarlo adelante. Nunca olvidaré el apellido Cáceda que fue quien falló el último penal, el que le dio el título a Cristal, campeón y ahora nos quedaba todavía el segundo lugar, la esperanza de ir como subcampeones a la copa. 
Cuatro días más tarde, el domingo, fue ese partido, a las tres y media de la tarde. Contra el Boys. No lo seguí, lo olvidé y esa tarde, jugamos un picado (como le llamaba el ratón Silva) en la calle, esquivando autos, baches, árboles. Cuando ya caía la tarde, fueron los Kennys quienes me lo recordaron.
- Hoy día juega la U.
Ellos son de alianza.
Buscamos alguien que nos diera razón. No había nadie. Solo pudimos encontrar a un taxista estacionado a media cuadra, esperando a alguien, escuchando la radio. Yo no me atreví a preguntar pero lo hizo uno de los hermanos. 
- ¿Cuánto quedó la U? fue la cacofónica pregunta.
- Perdió.
Y esa palabra fue un puñal al corazón, al orgullo, que nunca pensó aquel pre-adolescente que era yo que la U pudiera perder dos partidos seguidos que lo dejarían fuera de la Copa y a sus hinchas como yo a merced de esos hinchas que perdida la esperanza de ver ganar a sus equipos se consuelan viendo derrotados a sus rivales.
En fin, que yo estaba solo y ellos eran tres. Yo tenía 13 y ellos tres eran mayores que yo. Así que me fui pero me siguieron. Por 50 metros los oí burlarse a mis espaldas. Reírse de mi por ser de la U, cantar canciones que se suponían debían hacerme sentir que era un perdedor. Solo sentí rabia. Me siguieron hasta la puerta de mi casa y cantaban los tres al unísono que los hinchas de la U nos creemos argentinos. No supe responderles. Mientras maniobraba la llave volteé a mirarlos y sin saber porque, sonreí. Al entrar a casa, caí sobre la cama, la misma cama desde la cual había oído el partido anterior y sin que nadie me viera, lloré de rabia.

1/6/13

Atún y galletas

Era la primera excursión juntos. Seis almas decentes, bondadosas, con futuros inciertos e hipotecados a una universidad tan antigua como decadente decidieron que ya era hora de partir hacia destinos más lejanos que el billar del chino Hachís o la fonda de la tía Constructora. Se subieron a una cúster con rumbo a Chosica pero por pagar medio pasaje fueron abandonados en la avenida Grau pre-vía expresa. Con enormes maletas, se miraban unos a otros sin encontrar mayor solución que esperar con la paciencia en sus rostros deprimidos. Finalmente, más tarde de lo debido lograron arribar a una Chosica donde ya no los esperaba el micro que los depositaría al finalizar la tarde en San Pedro, aquel pueblo antesala a las figuras espontáneas de Marcahuasi en las alturas. Tuvieron finalmente que tomarse un taxi hasta allí, a donde llegaron a la noche oscura, la plaza principal que apenas se perfilaba en sombras. Comieron, durmieron y entonces ya era el día siguiente.
La comida más deliciosa de la vida es esa que se consigue luego de caminar por horas y durante varios kilómetros a miles de metros sobre el nivel del mar junto a los amigos de un momento para llegar a un campamento inútil bajo decenas de nubes tan lejanas y ajenas como el sol que te hierve en las sienes y en la nuca.
Atún y galletas fue lo que se comieron al llegar, tirados sobre la roca y la hierba, las mochilas alrededor,  descansando de sus espaldas, sonriendo y haciendo chistes absurdos con la boca llena y el corazón a plenitud.