Nunca lo vio mientras se ahogaba pero lo escuchaba desde su cuarto. El cuarto que compartía con madre y padre, claro. Súbitamente, la voz de madre, justamente, deshacía la noche y junto a padre salían desordenados para ese otro dormitorio. Allí ya estaba hermana gritando nerviosa y de pronto se oía un primer intento profundo de aspirar lo que fuera de aire. Pobre hermano, los pedidos de calma no hacían más que impedirla. Él volvía a intentarlo después de varios segundos pero el aire le escaseaba y desde el otro cuarto uno pensaba que esta vez sí se iba a morir.
En medio de la noche, el escándalo era inocultable. En la quinta se encendían luces, algún vecino se asomaba a su ventana para oír bien la desesperación. Él igual, desde su cuarto seguía escuchando todo sin saber llorar.
Pero pasados muchos segundos, finalmente hermano escupía. Y el alivio volvía a la casa que poco a poco volvía a apagar sus luces y adormecidos sus habitantes, posponían el recuento de los hechos para después del desayuno.
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