15/11/20

CUALQUIERA

Uno vuelve caminando por las calles oscuras, satisfecho, está en el lugar correcto de la historia, lo que pide es de justicia, las mayorías lo exigen, sus redes sociales estallan fervorosas, todo está bien. Pero la noche es siniestra y los rostros han dejado la euforia por la incredulidad. Y pronto por la tristeza. Ve a personas llorar, allí en la calle, sin importarles que las vean.

Lo han matado.

Se pregunta cuál habrá sido. Quizás el de la casaca azul que le cubría hasta el cuello. O quizás el otro que viajó con él en el bus de ida y se sorprendió de encontrarlo nuevamente entre la gente. O ese que llevaba un casco celeste como nadie más lo tenía. O quizás alguno de los muchos que tenían un casco blanco, común y corriente. O alguno de los miles que llevaban shorts o de los miles que llevaban jeans. Pudo ser cualquiera, piensa. Y se mira el jean asqueroso de barro, tierra, no lleva casaca y por eso ahora tiene frío. No consiguió casco, así que solo llevó una gorra.

Llega a la casa, más oscura que las calles. Su perro se levanta perezosamente a saludarlo, cuando ve que no trae comida, vuelve a su cama. Él mira a su alrededor y apenas distingue las siluetas de objetos que le son familiares, no quiere prender la luz. Quisiera que le broten lágrimas. Quisiera poder decir que esto por fin será todo. Quisiera poder bajar la guardia. En cambio, se va a acostar. Le queda todavía mucha lucha por delante.

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