17/11/20

LAS NOCHES SIN AIRE


Nunca lo vio mientras se ahogaba pero lo escuchaba desde su cuarto. El cuarto que compartía con madre y padre, claro. Súbitamente, la voz de madre, justamente, deshacía la noche y junto a padre salían desordenados para ese otro dormitorio. Allí ya estaba hermana gritando nerviosa y de pronto se oía un primer intento profundo de aspirar lo que fuera de aire. Pobre hermano, los pedidos de calma no hacían más que impedirla. Él volvía a intentarlo después de varios segundos pero el aire le escaseaba y desde el otro cuarto uno pensaba que esta vez sí se iba a morir.
En medio de la noche, el escándalo era inocultable. En la quinta se encendían luces, algún vecino se asomaba a su ventana para oír bien la desesperación. Él igual, desde su cuarto seguía escuchando todo sin saber llorar.
Pero pasados muchos segundos, finalmente hermano escupía. Y el alivio volvía a la casa que poco a poco volvía a apagar sus luces y adormecidos sus habitantes, posponían el recuento de los hechos para después del desayuno.

15/11/20

CUALQUIERA

Uno vuelve caminando por las calles oscuras, satisfecho, está en el lugar correcto de la historia, lo que pide es de justicia, las mayorías lo exigen, sus redes sociales estallan fervorosas, todo está bien. Pero la noche es siniestra y los rostros han dejado la euforia por la incredulidad. Y pronto por la tristeza. Ve a personas llorar, allí en la calle, sin importarles que las vean.

Lo han matado.

Se pregunta cuál habrá sido. Quizás el de la casaca azul que le cubría hasta el cuello. O quizás el otro que viajó con él en el bus de ida y se sorprendió de encontrarlo nuevamente entre la gente. O ese que llevaba un casco celeste como nadie más lo tenía. O quizás alguno de los muchos que tenían un casco blanco, común y corriente. O alguno de los miles que llevaban shorts o de los miles que llevaban jeans. Pudo ser cualquiera, piensa. Y se mira el jean asqueroso de barro, tierra, no lleva casaca y por eso ahora tiene frío. No consiguió casco, así que solo llevó una gorra.

Llega a la casa, más oscura que las calles. Su perro se levanta perezosamente a saludarlo, cuando ve que no trae comida, vuelve a su cama. Él mira a su alrededor y apenas distingue las siluetas de objetos que le son familiares, no quiere prender la luz. Quisiera que le broten lágrimas. Quisiera poder decir que esto por fin será todo. Quisiera poder bajar la guardia. En cambio, se va a acostar. Le queda todavía mucha lucha por delante.

13/11/20

JODER

No hay que desmayar, hay que joder. Que no tengan un segundo de paz. Que cuando asomen las narices a las calles, todos a su alrededor los señalen. Y les digan lo que son, corruptos, golpistas. Que tengan marchas a diario en las puertas de sus casas, en sus centros de trabajo, en su camino al hemicirco o al palacio de desgobierno. Que las plazas estén llenas cada día, que las redes sociales se llenen de textos, de videos, de memes repudiándolos, ridiculizándolos, que los carteles estén en todas las ventanas, que la rabia se exprese siempre. Que les quede claro que no lo van a lograr.

Que vivan llenos de miedo y sigan disparando perdigones y lacrimógenas a ciegas porque de donde uno queda herido salen 100 más y no les alcanzará para poder con todos. Y joderemos tanto que muchas de esas basuras irán “cambiando de opinión”, pocos por convicción, los más por miedo y la voluntad que se está expresando en todos lados y a todas horas, terminará por imponerse.


Y cuando esta batalla (no la guerra) haya terminado, podremos abrazarnos un ratito. Pero solo un ratito porque habrá que seguir vigilantes, siempre vigilantes, porque ya la experiencia nos ha enseñado que lo van a volver a intentar, en navidades, en años nuevos, durante partidos de fútbol, cuando más distraídos estemos.

Y cuando lo hagan, habrá que salir a joderlos nuevamente. Porque ese es nuestro derecho, el más importante de todos.

11/11/20

EL OBRERO Y EL ESTUDIANTE

Él siempre cuenta historias que después no recuerda habértelas contado y entonces te las vuelve a contar. Pero esto no es más que un sutil artilugio pedagógico. Contadas mil veces, estas narraciones viajan de generación en generación, de padres e hijos, en la más sublime de las comunicaciones.

Por ejemplo la historia de Manuel Alarcón Vidalón y Salomón Ponce Ames. Existe una quinta en la calle Huérfanos, casi al final de la cuadra 7 de Azángaro que debe tener más de 100 años de existencia. Y debe ser así porque una noche de 1923, en esa quinta fueron acorralados y acribillados por la policía en su intento de escapar, un estudiante de letras y un obrero tranviario respectivamente. Estos participaban de una protesta contra una medida antipopular de la dictadura de Augusto B. Leguía. La historia cuenta que durante la marcha que partía desde la Casona de San Marcos, la multitud fue asaltada por la policía y atacada con caballos, sables y fusiles. La multitud intentó resistir pero terminó dispersándose, dirigiéndose un grupo de ellos hacia la calle Huérfanos. La policía, fiel a su tradición represiva y corrupta, persiguió a los manifestantes y es entonces que se produce el poético episodio en el que un estudiante y un obrero, huyendo de la represión, ingresan a la susodicha quinta. En su desesperación no se dan cuenta que han ingresado a un callejón sin salida. El muro que marca el final de la quinta es paredón para los guardias republicanos que los persiguen. Son prácticamente fusilados, uno al lado del otro y caen al suelo, muertos. De esta manera simbólica, se sella la alianza obrero-estudiantil para siempre y hermanos quedaron en la lucha popular que es el estado natural de la vida en una sociedad desigual como la del 1923. O como la de este 2020.

10/11/20

El chino y la Serie Rosa

Nadie se había ido a dormir y todos estaban frente al televisor. Esa noche no vería La Serie Rosa como los domingos anteriores. En vez de eso, la familia había puesto el canal 5, con un documental sobre las microscópicas criaturas que pueblan nuestra vida cotidiana, ácaros, animalillos, insectos minúsculos. Madre era quien más lo disfrutaba, pues celebraba cada nueva información con comentarios amenos, que los demás aceptábamos de buena gana. Hasta que se interrumpió la programación.
“Va a hablar el chino”, dijo madre. Y habló. Mientras tanto él, escuchaba ese pedazo de la historia y lo único que le preocupaba era que ahora sí, definitivamente, no vería la Serie Rosa. El mensaje a la nación le pareció uno más de tantos que ya había vivido. Recordaba a los ministros de economía del gobierno anterior, que anunciaban los ajustes económicos y luego todo era tristeza en la casa. Pero estaba claro que esta vez la economía no era el tema de turno. Todos escuchaban en silencio y pasada ya la hora de la Serie Rosa, la esperanza se había esfumado. Tendría que esperar hasta la siguiente semana. El documental no volvió, las noticias coparon los cinco canales existentes al momento. Lo más importante para el imberbe pajero de 13 años no era que su país había caído en dictadura una vez más. Lo que le provocaba la sonrisa babosa con la que se fue a dormir era el enterarse que las clases del día siguiente, 6 de abril, habían quedado disueltas, di-suel-tas. En eso pensaba, acostado en la cama baja del camarote. Afuera, la década se encendía y empezaba el fin del siglo veinte aunque nadie quisiera saberlo aún.

9/11/20

LA JUVENTUD POPULAR

 Ellos pensaban que uno era un infiltrado. Esa noche se reunía la célula de Juventud Popular, como siempre, en una oficina frente a la Plaza San Martín, exactamente sobre el Embassy. Ya había participado de varias actividades como el pegado de carteles a medianoche, tocar el bombo en las marchas contra la dictadura, llevar la bandera del movimiento en esas mismas manifestaciones, ir a recolectar firmas al jirón de la Unión por toda una tarde.

Esa noche, había llegado demasiado temprano a la plaza. En uno de los portales había una librería y allí entró a entretenerse. Pero era una librería triste, los libros empolvados eran nuevos que parecían de segunda mano. Hojeó algunos sin mayor referencia y terminó por comprarse La Ciudad y Los Perros de la editorial Peisa. Se lo dieron en una bolsa de papel, pagó y partió hacia la reunión. Allí estaban las mismas caras de días pasados. Fueron dos horas bastante aburridas. Jóvenes de izquierda tratando de articular opiniones que ya habían recibido prefabricadas y compitiendo entre sí por colocar el adjetivo más agresivo sobre los enemigos fujimoristas en aquel entonces. Todo iba bien, escuchando lo que decían y queriendo irse pronto pues ya sabía en qué terminaría todo. La bolsa de papel, el libro dentro, descansaban en su regazo.

Se acercó uno de los líderes, Carlos, mientras algún otro de los presentes le decía “bufón de la dictadura” a Valle Riestra. Carlos sentado a su lado, le preguntó qué llevaba en la bolsa. Un libro, le dijo. “A ver, préstamelo”, y él lo sacó de la bolsa y se lo entregó sonriente, ingenuo, pensando en un genuino interés literario. “¿Vargas Llosa?”, le dijo, “ese es como Bayly, ¿no?” Y él lo miró extrañado. No, simplemente dijo. El joven volvió a decirle bufón a Valle Riestra.

El libro le fue devuelto y Carlos se alejó de él.

Pero no fue hasta la intervención de Martin, otro de los líderes, que entendió lo que estaba sucediendo. “Acá los soplones han venido a chambear con nosotros. Han salido a marchar con sus zapatillas de marca y han pegado afiches”. Se reía orgulloso y evitaba con evidencia intencional, mirar a uno. Esa fue la última vez que colaboró con la resistencia. En la siguiente reunión se deben haber felicitado de haber desenmascarado y descubierto a tiempo a ese agente del SIN que para esas horas seguro se sentaba en una banca de la Plaza Mayor, sin saber qué hacer y con algún otro libro en la mano, más que seguro, no ha leído hasta el día de hoy.

8/11/20

Baby, it's you

Uno escucha una canción y no puede dejar de repetirla. Se pasa el día cantándola por los cuartos, en el baño, mientras lee, mientras come, en voz alta, en susurros, la tararea. La escucha en la voz de las Shirelles, de los Carpenters, de Smith, en versión Glee.

Hoy es esa, mañana cuál será.

Porque en la discoteca ya hace varios años que no se admiten nuevas melodías. Son las mismas pero el que cambia es uno. Pasan, pacientes, 30 años para que logre encabezar el ranking personal de la semana, la Más Más del momento, una canción grabada hace apenas 57 años finalmente encuentra la circunstancia correcta para dejar su mensaje. Mensaje demoledor, verdad de cemento, se escucha ensordecedor, el volumen a mil: Sha-la-la-la-la-la-laha.

Y uno. Ahí, feliz nomás, pues.

6/11/20

LOS 15 MINUTOS

Siendo las 10:58, escribiré hasta las 11:13 como lo planeé hace casi diez años. Como lo hice por varias semanas entonces y luego apenas esporádicamente. Lo haré hoy y lo seguiré haciendo cada día y quizás alguna vez nuevamente dejaré de hacerlo. Pero esta noche me siento en esta incómoda silla giratoria y me enfrento a la ballena blanca.

Ha sido una década larga que se acaba en pocos días.

Una década de vivir con ella que es infinita. E infinita e infinita e infinita… De conocer a dos locos bajitos que me malcrían y me enseñan lo que debe ser la vida. De entender a esos dos viejos que me cobijaron desde que nací y a quienes me quiero seguir pareciendo. De aprender a treparme en cuatro ruedas y cantar a todo volumen por el tráfico de mi ciudad. De llevar mi distracción a todos lados en el bolsillo derecho. De aprender a odiar a todos los políticos. De vivir la clasificación a un mundial. De reencontrarme con la última vocal. De amar el mercado de mi casa. De maltratar al piano. De enseñar aunque no quieran y aunque a veces sea yo el que no quiera. De jugar al fútbol sobre pasto falso y también de correr y correr cada vez más lentamente por asfaltos grises. De jugar con legos. De no leer lo que debo ni lo que quiero. De escribir sin constancia. De descubrir San Juan y Puerto Supe. De volver a la cuadra 3 de Yungay aunque solo fuera un ratito. De perseguir la pelota nuevamente en el Humboldt. De ir al estadio para ver a un beatle y cantar. De ese amigo que resultó que se había vuelto escritor. De los Topojuegos. De los viajes… Y de este 2020 de Covid, miedo y resurrección.

11:13

15 minutos.