30/11/12

Misha

A Benito su hermano le dijo que había sido un oso. Hasta lo describió. El oso tenía la misma cara que en la revista y traía consigo un morral de cartero. Era alto y caminaba erguido y por vestimenta traía encima un chaleco verde que o carecía de botones o simplemente no eran usados. Llegaba, tocaba la puerta y pasaba por debajo de ella esta revista de colores que se llamaba Misha y que traía en su portada su rostro dentro de un círculo y el de una osa, a la sazón su esposa, quién podría refutarlo.
Traía muchas historias ilustradas. Y artículos. Benito ha olvidado todos y todas hoy que es un adulto atrapado en un cuerpo de adulto en vez de un cuerpo de oso. Pero por años esta revista llegó religiosamente a casa, y siempre era el mismo oso Misha quien las traía aunque Benito jamás lo pudo descubrir. 
Una tarde, Benito traía de tarea el escribir una historia pero las ganas no lo acompañaban. Se sentó y los Misha andaban regados por toda la casa. Al inicio fue una tentación pero en apenas segundos se convirtió en certeza. Solo había que escoger. Y fue uno sobre un tigre y un oso y otros animales. Lo copió palabra a palabra. Le tomó muchas hojas y un par de horas terminar. No cambió una coma. Se sintió después muy satisfecho de lo hecho y así hasta el día siguiente. 
Probablemente la profesora de Benito haya notado el embauque o probablemente lo haya felicitado por tan perfecta historia. Lo más seguro es que Benito haya olvidado esa como todas aquellas fantasías que leía inconteniblemente y aquellas realidades lejanas que se le presentaban de gentes al otro lado del mundo que llevaban nombres extraños como Ninoshka, Anatoly o Natasha o Sasha y que alimentaron la ansiedad por esa revista que solamente él recibía y que jamás pudo comentar con aquellos que miraban Robotech o los Gobots y que han podido ver sus alucinaciones aun más decodificadas en películas de sonidos envolventes que cuentan todas las mismas historias.
Misha, el oso está muerto pues su revista ha dejado de llegar.

14/11/12

LA UÑA LARGA DEL DEDO MEÑIQUE

¿Realmente querías saber? Cuando entendiste que aquella larga uña del dedo meñique no era un acto de coquetería sino una extensión anatómica con precisa utilidad práctica, no pudiste evitar un gesto de desagrado. Segundos después pensaste que en el fondo no era tan mala idea. Inmediatamente desechaste la idea por ser tan notoriamente repulsiva.
Todos producimos cera en el oído. Todos nos la tenemos que limpiar. Sin embargo la idea de cultivar la herramienta necesaria para ese proceso en nuestro propio cuerpo es poco ponderada y simplemente inaceptable socialmente. ¿Por qué?
Porque los desperdicios de nuestros cuerpos nos avergüenzan, porque usualmente se ven o huelen mal. Aquello innecesario que el cuerpo sabiamente y con esfuerzo o paciencia expulsa de sí nos ha costado siglos, milenios poder tener una manera de desaparecerlo de nuestra percepción. Hemos inventado retretes, desagües, pañuelos, pero aun estamos a merced de un mal funcionamiento que nos devuelva a aquello básico que somos. A esos seres productores de estiércol de manera regular que para tristeza de la civilización nunca dejaremos de ser.

12/11/12

CHARO I

Charo llegó un domingo alrededor del mediodía. Edgar y yo habíamos vuelto del oratorio y conversábamos sobre cualquier cosa sin ganas de entrar a nuestras casas. El camión se estacionó a tres metros de nosotros y Charo saltó del asiento del copiloto con sus tetas sin sostén bajo su polo piqué. Fue hacia atrás y dio un par de indicaciones para que dos adolescentes arrancados de algún partido de fulbito dominguero abrieran la puerta trasera y uno de ellos saltara y recibiera una mesa de noche de patas rococó y la pusiera en el jardín de tierra que rodea el árbol junto a la quinta. Charo apenas nos miró y llave en mano llegó hasta la puerta G, nosotros sí siguiendo cada uno de sus movimientos. Lo vimos desaparecer dentro y una voz interrumpió nuestros confusos pensamientos. 
- ¿Qué letra dijo el cabro?
Aquella pregunta nos terminó de dar la respuesta que tan desesperadamente necesitábamos después de misa.
Los dos muchachos pasaron entre nosotros cargando una cocina a gas sin el balón, los rostros compungidos por el esfuerzo físico. En la cabina, el chofer leía un Bocón mientras masticaba un palillo de dientes. Por momentos murmuraba comentarios sobre lo que leía que no llegábamos a comprender. Desde que todo empezó Edgar y yo no habíamos dicho una palabra y por alguna razón evitábamos mirarnos. Nuestra vista pasaba del camión al departamento G y viceversa. La pareja salió y volvió llevando cosas unas 3 ó 4 veces antes que el chofer se dirigiera a Edgar. Le mostró un billete de diez soles y le pidió que compre una gaseosa familiar. Edgar me miró antes de aceptar. Preguntó si Coca Cola o Inca Kola y que se pida vasos descartables. 
Cuando Edgar salió hacia la esquina, el chofer volvió a su periódico. Yo continué en la puerta, apoyado en el muro izquierdo mirando con atención lo que sucedía. Cuando Edgar volvió le invitaron un vaso de gaseosa. A mi me lo ofrecieron pero lo rechacé. Unos diez minutos después me metí a mi casa, la letra H. La mudanza duró unas cuatro horas más porque luego oí un camión más de cargamento. A las cinco de la tarde ya no se oía nada y el domingo siguió, tan tranquilo.

11/11/12

La fecha del ajedrez (incompleto)

Esa mañana, Javier y su viejo se levantaron temprano (aunque el viejo siempre lo hacía) y después de un quáker que Javier detestaba y de los húmeros a la mala ponerse, salieron hacia el centro para una nueva fecha del campeonato de ajedrez. Conversaban poco y Javier siempre tenía muchas preguntas que papá respondía como podía en un trayecto plagado de esas imágenes que a través de la ventana iban modificando tal estilo de arquitectura en unas calles iluminadas por el sol de un verano en plenitud.
Al partir, las casas traían colores pálidos que empalidecían aun más por la tierra que cubría sus muros de tantas docenas de años y así en esa tristeza se llegaba hasta la avenida amplia que daba a una plaza redonda que era el morir. El verde predominaba y esas casas de no más de dos pisos nos miraban desde sus ventanas recordando un pasado de tranvías que se había escapado en el absurdo de los años que se empeñan en seguir la cuenta. En las cuadras del final ya aparecían estas casonas de glorioso ayer y se terminaba en esta plaza Bolognesi inmensa, rebosante de país, rodada de más casonas que no le servían de hogar a nadie y más bien sobrevivían a una modernidad equivocada en las mentes ignorantes de citadinos (que no son ciudadanos) desviados en su afán de parecerse a lo que creen es el mundo hoy en día.

10/11/12

El cassette de Héctor

El cassette pertenecía a Martín. Se pasó todo un año hablando de tales Héctor, Rubén, Richie, Jhonny, Celia, Willie y otros que en realidad algo de curiosidad picó. Pero claro, uno se cree rockero porque escucha y malentiende ese poco de música en inglés que es popular entre ese otro poco de gente que la prefiere aunque también la malentienda o simplemente no la entienda de nada, que era para tal caso, el caso. En fin.
El asunto es que no cabe duda que es verdad que el prejuicio es más fuerte que la curiosidad y así se mantuvo el incipiente deseo de salsa dura y madura que el tal Martín presionaba, inconcluso, eunuco, castrado deseo.
Pero quiso el azar que un fin de semana le acertara a los resultados de la polla del fútbol del 410-tarde que es donde asistíamos a clase y Martín, administrador en ciernes, debía repartir los premios. Cinco soles no se reciben así nomás. Me dio dos soles y un cassette. Te debo los tres que faltan, te pago el viernes. Así que el viernes llegó pero no pagó y un sábado el cassette cayó en la cassetera de un walkman semi-robado que facilitaba la música del momento. Y luego otra vez y estaban Noé y Pedro Navaja de historias fascinantes de tan bien contadas que estaban. Martín jamás lo reclamó así como yo jamás reclamé mi premio y ambos tan contentos y tan a mano quedamos que luego tocó comprar más piratería de Héctor y saber de la calle Luna y la calle Sol y del campeón mundial que perdió lo más querido por llegar. Ese Héctor algo tenía, indescifrable o más que seguro que me falta lectura para poder expresarlo. 
Ya después Héctor quedó y ese cassette se perdió en las mudanzas. Oye Jéctor! tú estás hecho, siempre con hembras y en fiestas. Para qué más, vive la vida y no dejes que la vida te viva.

9/11/12

Del por qué me regalan whisky y del cuándo lo beberé

Guardo en mi escritorio dos botellas de whisky sin abrir. Ambas han sido regalos bien intencionados y agradecidos por mi parte y honestamente debo confesar que espero la ocasión propicia para beber de estas aguas que gente tan estimada ha tenido a bien proporcionarme. Sin embargo, en ambas ocasiones ha quedado flotando en mi tal pregunta: ¿Y cómo así justamente whisky?

Hasta el día de hoy he tomado tal bebida una sola vez: en casa de Carolina tras la graduación del instituto. Sentí el sabor a madera pero terminó por conquistarme y en muy poco tiempo terminé por apurar varios de esos vasos que completaba con hielo para refrescar mi sedienta garganta adolescente. Después de aquello no ha habido ocasión de repetir la experiencia.

Pero el tema no es el sabor del whisky sino unos motivos por descifrar.

Resulta que soy un tipo más bien serio. O de no serlo, lo aparento muy bien. Y durante muchos años hice de mi afición por el alcohol un rasgo bastante identificable. Además hoy soy un padre de familia responsable que gusta de alardear sofisticación y trata de todas las maneras posibles de lucir una inteligencia quizás real, quizás real, quizás imaginada que considera la arista más apreciable de su personalidad.

Entonces han creído esta maroma tan bien aprendida y ejecutada.  Prueba de ello son tal par de envases de vidrio que contienen en ellos el inasible elemento (tal cual el cariño con que fueron entregados) que beberé el día que nos pasen tal examen complicado y aquellos otros decidan que es hora de reproducirse. ¿Se entiende no? Listo entonces, espero tales señales para deshacerme del cartón que los rodea y convertir el contenido en celebración, alegría y cháchara intrascendente, de aquella que es la que al final más perdura.

8/11/12

Enatru 58 (final)

... así que esperábamos y ante cada aparición a cuatro cuadras de distancia de algún amarillo paquidermo embotado y sobre ruedas, los aspirantes a viajero se agitaban y se espiaban mutuamente queriendo adivinar cuanta agresividad y decisión habrían de enfrentar en su camino al ansiado estribo de un bus cualquiera en aquella tarde de limeño gris.
48,59 y fallamos por uno , hijo. Una 58 fue imposible pero la siguiente ha de ser nuestra recompensa a tan penosa espera. Verlo hoy en este recuerdo provoca un profunda pena y nostalgia.
Cuando llegó la 59, fue la violencia de los ochentas, de empujar y alcanzar, la supervivencia del más fuerte, ahora el miedo era caer, solo los pies y las manos sosteniendo un cuerpo a merced de los vientos helados provocados por un bus citadino en emergencia y en una marcha inacabable. Las calles eran desconocidas pero debían llevar a aquel colegio por primera vez. Y así fue.
El siguiente capítulo sucede a la puerta del colegio. Una hora tarde para una clase de dos horas. Forcejeo verbal que lleva a autorizar el ingreso y hay otros como uno (pero que honestamente no tanto como uno) jugando despreocupados en un patio de rayuelas amarillas en el cemento y maceteros enormes donde sentarse a descansar. Allí pues, hubo que sentarse a descansar para lo que vendría después.

7/11/12

Enatru 58

En las mañanas de paro (de micros o armado terrorista) igual había que ial colegio en Miraflores casi Surco mientras se vivía en San Miguel casi casito Magdalena.Se intentaba salir más temprano pero se conseguía a medias y las cuadras rumbo a la avenida Brasil se caminaban con el apuro desganado de quien no entiende por qué hay que pasar por esto cuando se tienen 10, 11 ó 12 años. Peor aun si en ese lugar se es la excepción y son pocos los afectados por la escasez de transporte público en la ciudad capital, difícil explicar que has tenido que batallar con otros adultos de más edad para tener la oportunidad de arriesgar la vida viajando para ese colegio. Hasta da verguenza. 
La verdad es que es mejor esperar la solidaridad de algún conocido o desconocido para la fortuna vaya por la misma ruta y permita subir a quien hacia allá va, óvalo de Higuereta, 7:40 pm.
Hubo una primera vez y fue en la tarde. El plan era llegar a San Felipe y de alli ya se vería. Las calles a disposición solo mostraban los autos y los Enatru amarillos, el nuestro era la 58. Pero la que más pasaba era la 48 y no había como intentar. Había que coger fuerte la mano de papá para soportar el temor. En algún momento tendría que llegar y ese era el miedo... ( to be continued)