16/7/13

Perro

En una de esas mañanas me encontré un perro que me siguió durante todo el camino hasta el colegio Claretiano.
Se acercó a la altura del mercado, que siempre a esas horas se veía cubierto de lodo apelmazado y todo el mundo barría la humedad inacabable de cada mañana de invierno. Era un perro triste, de cabeza gacha, la cola también deprimida, apenas moviéndose al compás de sus pasos. No estaba solo, lo acompañaban otros callejeros, pero fue él el único que se desprendió de la jauría y caminó el mismo camino.
Fueron apenas unas cuadras, las pocas que faltaban. Como siempre, aquel día llegué tarde. Las minúsculas gotas se ordenaban en la lana de mi chompa gris. "Holanda" fue el estúpido nombre que le puse. Porque era naranja y fue todo lo que se me ocurrió. Le hablé de algunas cosas, una cuadra antes de llegar me abandonó. Lo esperé al día siguiente pero no volvió nunca más.

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