29/6/12

Cine con Mirela

Cada vez que Julián oía el sonido de pegapega a sus espaldas un impulso eléctrico le recorría las piernas obligándolo a dar un sobresalto notorio para cualquier acompañante ocasional o habitual. Era el cine y era Mirela. Atrás, un estudiante de esos universitarios y su mochila con velcro.
- ¿Qué pasó?
Las manos sudorosas y la explicación enredad en las tripas.
- Creo que tengo hipo.
Pero Mirela sabía desde que preguntó que aquello definitivamente no era hipo y más bien esperaba una respuesta más extravagante y menos evidentemente mentirosa. Ella gustaba de desenmascarar.
- Entonces ya debe venir otro, dijo.
Julián hizo como que estaba concentrado en la pantalla pero escuchó y supo que debía hipar una vez más para demostrar la verdad de su mentira. Segundos después le pareció tonto hipar si no tenía que hacerlo. Volvió a meterse en la película.
- ¿Y tu hipo?
- Ya me pasó.
No hubo mucha paciencia en su respuesta. Ella entendió que no era hipo y que al final ya ni se acordaba de como empezó tanta pregunta boba.
Terminó la película y salieron. El silencio era evidente y llenaba los vacíos interminables entre ellos. A él la película le encantó. A ella le pareció tan aburrido que terminara abruptamente y sin avisar. Él pensaba en las monedas que ya había gastado (S/. 35.00) y ella en que lo mejor de esta salida estaba por venir, cuando le contara a Vanessa lo mal que le había ido.
- ¿Te gustó la película?
- Sí, bien.
Y nuevamente el silencio.
El camino de regreso encontró a Julián mirando por la ventana del bus, la cabeza golpeando al ritmo del embrague y los frenos, mejor me hubiera quedado viendo Dr. House.
No volvió a llamar a Mirela, ya había gastado suficiente.

--- THE END ---

28/6/12

Paquito y el Parque Media Luna

Cuando me acuerdo del parque Media Luna me acuerdo de Paquito. Pequeño, de un carisma demoledor, se fue el verano del 93 y hasta hoy no he vuelto a saber de él.
Me acuerdo de él porque días antes de su partida, lo acompañé un mediodía a recoger los documentos escolares que necesitaba para desaparecer de nuestras vidas. Su colegio, con el pomposo nombre de Imperio del Japón, quedaba frente a ese parque. Y esa mañana lo esperé en la puerta y miré el parque con atención, quizás por primera vez. No había notado antes lo inusual de su paisaje.
Desde donde estaba miré su glorieta que graciosamente interrumpe la línea del acantilado, el cielo celeste del verano y un aislado surtidor de combustible que debe llevar décadas instalado en aquella nada sin dueño que es la avenida Bertoloto.
En esa glorieta el piso es de loseta y el diseño es de cubos que parecen saltar del piso. En algún momento de mi niñez temprana fui hasta allí y tales formas me provocaron mareos al punto de temer durante años cualquier visita a aquel lugar. En ese parque una noche me sentí muy solo cuando todos manejaban bicicletas alrededor de él pero yo no tenía una y peor aun ni siquiera sabía manejarlas, permanecí sentado en una de sus bancas de madera esperando secretamente que Heidi notara mi presencia, lo que no ocurrió jamás.
A los pocos días Paquito se fue a la Argentina a reunirse con su familia, nos despedimos un sábado en la noche después de una hora de Super Nintendo en el callejón de la tía ricotona. Me quedó, entre tantos, este recuerdo del parque a mediodía de un verano cualquiera.

27/6/12

Relojo

Un día se perdió el reloj. Mamá lo había regalado y era de esos que además de atrasarse con suiza regularidad, podía transformarse en una nave ploma de plástico brillante que estimulaba la imaginación hasta lejanas estrellas. Podía ser un caza de cualquier fuerza armada, un insecto gigante del espacio adherido indefectiblemente a tu muñeca, un reloj poseído por fuerzas demoníacas que lo hacían adoptar foras ajenas, podía ser simplemente el reloj nuevo de un futuro escritor de blog.
Pero no duró mucho. Se sabía desde un inicio que su destino sería perderse. Y se perdió, nada ni nadie puede escapar nunca a la fatalidad de lo que le espera en un destino incierto. Huevadas. Se perdió nomás, mamá no debía saberlo. Usar chompa en pleno verano para cubrir las muñecas desnudas fue la medida más efectiva pero no podía durar para siempre. Había que buscarle remplazo.
Cada día, al pasar por el mercado de Magdalena, allí estaban los ambulantes que ya habían, hacía rato, dejado de deambular. Tenían su pedazo de calle y allí cada día armaban y desarmaban un medio de vida. Casi a la esquina, a cinco o diez metros de los vendedores de dólares, vendían relojes. Allí estaba, igualito pero sin haberse perdido e inalcanzable a unos bolsillos de primarioso. Cada día también, el vendedor de tal puesto respondía la misma pregunta:
- ¿Cuánto cuesta?
Y cada día costaba 12 mil intis.
Quizás no era tan inalcanzable con un poco de fuerza de voluntad. 12 días. Juntar hasta conseguir. Delay gratification. El asunto es que tras muchísimos más de 12 días, el reloj desapareció sin explicación que era obviamente innecesaria. Aunque el vendedor hacía rato había dejado de oir aquella pregunta de aquella persona sobre aquel reloj. Pasaron los años y el puesto también desapareció. Y los otros como él lo mismo. También los cambistas. Y la tienda Tía que estaba al frente. Todo menos el mercado que hasta hoy allí sigue.

26/6/12

Espinar

Espinar es una avenida en San Isidro y Miraflores. En esa avenida se ha juntado un buen grupo de serranos retrógrados que seguramente son terroristas porque pusieron unas bombas en el aeropuerto. Estos indios están protestando, bloqueando la pista, hablan quechua, increíble, en pleno siglo XXI! Esto solo pasa en el Perú. Y no quieren que la minera que es ejemplar siga dándoles trabajo. Es decir, son muy malagradecidos, muerden la mano que les da de comer. La minera ya ha dicho que no ha contaminado. ¿A quién se le ocurre que na trasnacional como esa, tan grande y que además está en varios países, mienta? Solo a los ignorantes pues, las empresas grandes como esa saben que si se descubre su mentira, se hace una campaña en Facebook y salen perdiendo con un montón de comentarios en contra. Ya se sabe lo dañina que puede ser la mala publicidad, como cuando D'onofrio hizo su campaña de helados a un sol. También aquella vez el problema lo causaron los cholos estos que venden helados. No querían hacer caso a sus dueños y vender a un sol. Hasta uno me dijo 'a mi me ha costado 2 soles, ¿cómo lo voy a vender a uno?' Ignorante, no sabe lo que es una campaña de márketing.
En fin, que la policía se ponga las pilas y desbloquee la avenida porque hace días que quiero ir al Alcázar a ver Ice Age 4 pero con las noticias ya me da miedo encontrarme con esos guanacos rabiosos que son capaces de cualquier cosa. Este es mi pedido: La avenida Espinar es de todos, fuera terrucos, el Perú no puede parar, venceremos!

11/6/12

Biblioteca

Una biblioteca de mil libros. Todos de hojas amarillas y gruesas, con las letras en tipo courier, que huelan a guardado, polvo y humedad. Que se puedan llevar de paseo, en una sola mano y que no estorben.
Una biblioteca de diez mil libros con colecciones enteras empastadas que la vista mire, busque, pero al final igual se pierda, que las mesas sean de madera oscura y toscamente fabricadas, que la silla al arrastrarla pese como el silencio que gobierna la sala.
Una biblioteca cien mil libros. Que vivas para terminarlos pero que lo mismo, la vida no te alcanzará. Que te sirvas un café hirviendo y luego otro y otro y un café es un café es un café... Y que puedas fumar sin miedo con una lámpara de fierro que te alumbre las hojas inacabables.
Una biblioteca tan infinita como todo aquello que anhelas, como la imaginación del manicomio en Magdalena, como las paredes blancas que siempre están demás.
Se pide esto que es apenas un egoísmo y de conseguirse se hará feliz a un solo hombre, por una puta vez en la vida.

10/6/12

Ají

Es inexplicable el placer que produce comer ají. Pica, arde y la sensación es horrible pero es imposible dejar de agregar esta crema rojiza o verdusca o amarillosa que acompaña con intermitencia las comidas en un hogar de Lima. En realidad no es ají, es rocoto pero al final es lo mismo pero peor.
Tener ají en casa es garantía de que ninguna comida sabrá mal. La piedra filosofal del sabor. Cualquier cantidad que sea servida será terminada en la menor cantidad de bocados posible y con la mayor celeridad que se pueda pues cada porción que llene el cubierto será engullida sin detenerse en mariconadas como mascar o saborear. Porque claro, esto es solo para machos, los demás abstenerse.
Se empieza por mantener la boca abierta y aspirar asiduamente para generar una corriente de aire que calmará los ardores en la lengua. No pasarán más de algunos segundos antes que lo repentino del sudor genere picazón en el cabello y las gotas saladas bajen por los surcos de nuestra expresividad. Sudor en las mejillas, inútiles tragos de agua, nada nos detendrá, más bocados, más ají.
La comida terminará pronto, pero la sensación quedará por varios minutos y seremos felices secándonos el sudor y siendo el centro de atención de aquellos que se impresionan del mucho ají que comimos y de los que nos juzgan porque jamás lo entenderían. 'Este ají no pica' diremos y secretamente nos sentiremos complacidos de haber satisfecho ese pequeño masoquismo que sobrevive en cada una de nuestras papilas.

7/6/12

Sin título

En una de esas comedias románticas que con demasiada frecuencia termino viendo, una vez oí una definición de la paternidad que me pareció bastante acertada. Decía este personaje que criar un hijo es lo más horrible que hay (él tenía 3), pasan cosas horribles una tras otra hasta que de pronto 'something amazing happens' y te te olvidas de todas esas cosas horribles que pasaron. Y luego se vuelve a empezar.
No creo que se puedan calificar las cosas que suceden de 'horribles' pero sí es cierto que las cosas se pueden poner difíciles con frecuencia. Duermes menos, pierdes control sobre las cosas a tu alrededor, la gente jode (es increíble lo jodida y metiche que puede ser la gente, hay que vivirlo para entenderlo), no tienes tiempo para nada y un largo etcétera. Pero entonces 'eso' sucede, indescriptible, real, tuyo, todo ha valido la pena entonces y hasta se agradece haber pasado por todo ello porque de no haber sido así no estarías atestiguando tanta belleza.
Y esas cosas se viven solo una vez.
He vivido muchas de ellas y sé que aun me faltan vivir otras tantas. Como cantaba Mercedes Sosa, es cuestión de agradecer a la vida poder ver el 'fruto del cerebro humano', ser testigo de lo que todos alguna vez hemos sido, imaginar aquello que podrá ser y rogar cada segundo que te alcancen los años para ver el final feliz de esa historia inimitable de la que formas parte sin merecerlo.

5/6/12

Ouija Board

Tenía el título pero no la canción en mente. Recordaba con claridad las letras en lapicero negro sobre el cartón de un cassette Maxel que seguramente escuché repetidamente. Pero no fue hasta aquel 14 de marzo de ensueño que estuve a un  metro de él que esta canción llamó mi atención. Lo escuché, lo miré y quise cantar pero ya era tarde; mi inglés se volvió insuficiente y canté cualquier cosa disimulado entre tanto fanatismo decibélico que mi voz se perdió.
Volví a casa y algunas semanas después la oí con mucha atención. Era.

'...she has now gone from this unhappy planet'
La grisura de este lugar que ha querido borrar nuestras sonrisas imperfectas, remplazarlas por la absurda seriedad cool.

'... because I still do feel so horribly lonely'
La soledad es un sentimiento y aunque tengas a miles junto a ti, de vez en cuando volverá a hacerte compañía.

'...and I still can't find my place in this world'
La condición natural de la vida. No saber donde se está parado.


Doce años después de haber entrado en esta vida diminuta, siguen apareciéndole gracias al santo. Que viva el poeta.




3/6/12

Claretiano

El Claretiano era un colegio que quedaba en Magdalena. Ubicado junto a la cúpula que es visible desde buena parte de Lima, recibía diariamente a cientos de niños pequeños correctamente uniformados que en su mayoría se despedían con un beso en la mejilla de alguno de sus padres. Tenía turno tarde y turno mañana y las profesoras usaban todas guardapolvos celestes que cubrían sus ropa formal de cada mañana. La profesora Emily nos jalaba las patillas, la profesora Nora tenía una guitarra y nos empezaba el día cantando canciones que aun de vez en cuando tarareo o canto, la profesora Virginia nos enseñó 'El baile de los que sobran' y la señorita Carmen llegaba tarde con frecuencia. En los recreos jugábamos fútbol aunque sea con chapitas, antes de entrar a clase formábamos y también al salir. Rezábamos a diario y los lunes se cantaban los himnos, nacional y del colegio. La directora tenía cara de rana, el regente era una mierda que nos agarraba a palos por cualquier motivo, no teníamos biblioteca pero sí una capilla. Lo mejor del kiosko eran las salchipapas. Se entraba a las 7 y 30 y se salía a las 12:45. Al salir, caminaba 10 cuadras hasta casa y hace unos años disfrutaba de rehacer ese largo camino en silencio y recordando.

1/6/12

Barbie

Barbie fue Kaiser por unos, los primeros días. Creímos que era macho y ese fue el nombre que le escogimos: Kaiser. Pero llegó el negro Mingo, ocasional vecino que nos corrigió amablemente el error cometido y Kaiser pasó a ser Barbie, una doberman inquieta y juguetona que solía jugar conmigo y arañarme los brazos incansablemente en esas borrosas tardes pre escolares.
Nuestra casa era pequeña. Durante las mañanas los humanos debíamos abandonarla y Barbie se quedó por un día reina y señora de esos húmedos ambientes, tan entrañables como reducidos. Pero no fue una buena reina. Hizo mal uso de su poder orinando y cagando cada rincón de estos dominios limitados. Mordió, arañó, seguramente sollozó y en esa desesperación de su soledad, trajo al piso cuanto objeto inanimado pudo alcanzar en un afán de compañía que llegó tras intensas horas de espera nervios. Nadie entendió lo que nos quiso decir.
Barbie fue confinada a un espacio más reducido durante esas horas de solitaria desesperación. Un pequeño patio de tres metros cuadrados fue testigo impasible de su ansiedad incontrolable y nuevamente sus sollozos y arañazos, esta vez al marco de la puerta inocente tras la cual había visto desparecer al último de sus seres queridos e ingratos. Sin embargo el perjuicio fue exitosamente limitado y así pasó todos los siguientes días que estuvo con nosotros. Mañanas en desesperación, tardes de libertad.
El día de mi santo Barbie no amaneció con nosotros. Se la llevó Mingo a servir en la policía nacional. Proetió remplazarla con una perra Cocker Spaniel que jamás llegó. Con los días las marcas de sus uñas en mis brazos fueron desvaneciéndose pero no su recuerdo. Fue mi 'perrorista', mi primera perra. Me pregunto qué habrá sido de su vida después que nos separamos.