26/12/15

Defensa del mafioso

Don Vito Corleone era un hombre bueno.

Mi teoría es que los mafiosos, los de las películas y quizás alguno por allí que mantiene los valores familiares, no son más que tipos que aman tanto a sus familias que deciden irse al infierno con tal que ellos puedan tener todas las oportunidades que ellos no tuvieron y que probablemente fueron las que los llevaron a dedicarse al crimen para sobrevivir.

Eso está en los Soprano y en El Padrino. En ambos casos vemos a capos en conflicto puesto que sus hijos intentan (torpemente en la mayoría de los casos, única excepción: Michael Corleone) seguir sus pasos. Los intentos de don Vito y de Tony por llevar una doble vida (aunque no secreta), separando su lealtad a la familia criminal de su vida familiar consanguínea, fracasan y entonces les queda esa especie de remordimiento que tardíamente se ha dado cuenta que esto es imposible. Imposible dejar de manchar a nuestros lazos de sangre con la sangre de los otros.

Pero entonces, ¿quién podría culparlos? ¿No son acaso las intenciones lo que debemos juzgar en el hombre? ¿Serán estos psicópatas recompensados en una hipotética otra vida por este magnánimo gesto de desprendimiento en el que condenan su alma eternamente para que los suyos vivan la vida que ellos les desean? ¿No haríamos todos lo mismo por nuestros hijos si creyéramos firmemente que esto es lo mejor para ellos?

Una respuesta puedo aventurar con respecto a los animales. He intentado vanamente en más de una ocasión dejar de lado la carne de cualquier tipo para dedicarme al vegetarianismo. Finalmente siempre he fracasado y la principal razón por la cual he debido dejar este deseo de lado es la alimentación de los locos bajitos que han invadido mi vida. Pienso que la carne de animales es beneficiosa para un ser humano en formación (puedo estar equivocado, lo acepto) mas no para mi, ser ya formado (deformado más bien) para quien el consumo de seres vivos no representa mucha ventaja. Basado en ese argumento, sirvo de ejemplo comiendo la carne de vacas, pollos, cerdos y peces que pienso harán de ellos muchachos, hombres y mujeres sanos en el futuro. Entonces, mi argumento final termina siendo que si animales tienen que vivir y morir de la peor manera para que mis hijos vivan bien, con buena salud y con la vitalidad necesaria, entonces estoy dispuesto a que así sea y hacerme de la vista gorda ante tanta crueldad animal.

Los mafiosos de los que hablaba simplemente cambian animales por seres humanos. ¿Quién podría culparlos?

13/8/15

El pez en el camión

"... este creo que se ha muerto y no le han avisado"

un cómico ambulante


A veces uno muere y no se da cuenta. Como el pez fuera del agua, durante un tiempo da sus últimos aleteos, se resiste, pero el oxígeno se acaba y al final solo queda la pestilencia de un ser inanimado, sin futuro, sin vida. Ese pez tarda en notar que la muerte lo ha alcanzado pero es cuestión de tiempo nada más para que las fuerzas lo abandonen, para que su mirada perdida se fije en esos ojos que en algún momento tuvieron la luz de la promesa.

Entonces ese pez muerto no sirve más que para alimentar a otros. Otros sueños, esperanzas, vidas. Proveerá la energía suficiente para que alguien se atreva a no morir tan pronto. Será consumido y los restos botados a la basura para que aún hasta los perros que lo sobreviven puedan correr un día más en el parque o montarse sobre alguna compañera en celo que se los permita. Esa esperanza al menos le queda.

A veces ni eso. Porque puesto sobre la mesa podrá ser rechazado, escupido, abandonado sobre el plato frío y luego, en el tacho de la basura, cumplirá finalmente su destino, el de un ser inservible, desperdicio de polvo cósmico triturado en un moderno camión de la municipalidad de Los Olivos.

31/7/15

Koki

Koki y yo compartimos defecto físico. A él se le nota más pero al final da lo mismo. Cuando lo conocí, hace más de 30 años, inmediatamente nos hicimos amigos. Siempre sonriente, con los cabellos largos a lo Nino Bravo, me dejaba escoger el chiste que yo quisiera de entre los cientos que ofrecía en su pequeño rincón del mercado, a la espalda del juguero entrañable.

Esa fue la primera biblioteca que visité en mi vida, aún sin saber leer. Intentando descifrar, aprendí. Periquita, La Pequeña Lulú, Supermana, Lorenzo y Pepita, mis primeras ficciones venidas de México en colores y con el infaltable auspicio de Charles Atlas. Koki nunca, jamás me negó cualquiera de sus revistas que para mi eran un divertimento y para él un sustento.

Al pasar de los años, fui sabiendo de él ya solo por oídas a causa de mi proverbial ingratitud. De sus nutritivos desayunos con Coca Cola, de sus innumerables y siempre honestas maneras de ganarse la vida, de sus altas y de sus bajas. La vida sigue indetenible.

La última vez que lo vi, fui yo quién me acerqué. Él, siempre discreto, se encontraba de pie en la vereda de la iglesia. Toda la familia salía de ella y él allí, de pie, en silencio, presente. Me acerqué a él y le toqué el hombro. Una fracción de segundo más tarde era víctima de un abrazo inesperado, de un cariño inmerecido, de una agitación emocionante. Koki me abrazaba mientras reía interminablemente y repetía el sobrenombre con el que hoy ya nadie más que mi hijo me nombra. Verlo después de tantos años, idéntico a esos tiempos en que la felicidad era un chiste de la editorial Novaro, me dio la alegría de saber que hay cosas que no cambian con el tiempo, que yo sigo siendo para él el 'Pepito' de hace 30 años y él sigue siendo para mi ese tío que cada vez que me ve me abraza sinceramente y me pregunta cómo estoy, genuinamente interesado en una respuesta que no cambia ni con las canas ni con los kilos.

9/3/15

A book is a book is a book is a book is a book...

De un tiempo acá siento que los libros de mi casa me miran con reproche. Me miran los pendientes y un sentimiento de culpa se me instala en las entrañas. Les evito la mirada pues no quiero que su silencio y su aparente inmovilidad me persigan por los cuartos de esa casa tomada por espíritus con mejores esperanzas en la vida. Están allí instalados sobre el escritorio, sobre las camas, en el baño, sobre los muebles recordándome a cada instante aquello de lo que me pierdo. Me miran, me seducen, nos seducimos pero al final debemos separarnos desgarradoramente y ya no puedo mirar, es un nudo no en la garganta sino en las manos que no se atreven a tomarlos y descubrir sus contenidos con la ansiedad del preso recién liberado.
Están también los que ya fueron sometidos. Los que han mostrado ya cada zona de su contenido. Esos saben que han sido vistos pero no explorados. Saben que guardan secretos y se resisten a morir con ellos. Tienen el ansia de ser explorados nuevamente, de una segunda oportunidad que nos permita escudriñar cada detalle, cada giro que no fue descubierto una primera vez.
Pero será muy difícil esta vez.
El tiempo se pierde y ellos se acumulan, se amotinan, se aglomeran. Van invadiendo mi espacio, que en el fondo sé que es su espacio. Cada momento que uno no está con ellos es tiempo perdido, es rendirse ante la llanura de la cotidianeidad.

10/1/15

HI HI HI

... we're gonna get hi hi hi
the night is young...

Paul McCartney

El Jr. Varela a la medianoche de Breña es un lugar al que todos recomiendan no ir. La gente que te ve caminar hacia allí literalmente te lo dice casi en un ruego. Allí hay un tipo de esquina, de los que en mis tiempos presumían de las mejores zapatillas y hoy lo hacen del mejor celular. En realidad hay varios tipos en esa esquina, pasando el mercado, unos en cuclillas, otros mirando y esperando.

Hay que acercarse solo a uno y pedirle amablemente que nos venda grifa. Jamás se dice marihuana, las palabras de más de cuatro sílabas no son bienvenidas. Entonces él tomará tu dinero y lo verás alejarse con la paciencia que da una sartén cogida por el mango y desaparecer en alguna puerta lejana. Si estás acompañado de alguien conversarán por unos segundos sobre lo vulnerables que están en aquel instante, cómo podrían tranquilamente ser asaltados, estafados, escupidos, violados, lo que fuera en esos minutos breves y las estrellas mirarán pasar sin inmutarse a millones de años luz de distancia. 

El alma vuelve al cuerpo cuando el tipo de la esquina reaparece desde la misma puerta, ahora con paso firme, revoleando los brazos al andar. Es hora de guardar silencio mientras se acerca. Ya está, dice y estira el brazo con un pedazo de hoja de paginas amarillas de esas que los bomberos usan para apagar incendios. Cuidando de no decir nada estúpido, el libro de Macera que traes en la mano y que al final nunca leíste se abre para recibir entre las páginas 88 y 89 el preciado tesoro de medianoche.

La noche siguió entonces su curso decadente.

9/1/15

7:00 am

"In my life, why do I give valuable time
to people who don't care if I live or die?"

Smiths


¿Cómo he llegado hasta este rincón del mundo a estas horas? Sería interesante contar una historia de noche interminable que se prolongó a causa del alcohol, las drogas, el sexo, la espontaneidad y todas esas cosas que tienen el poder de arruinar vidas. Pero esto no es una historia, es la pura, dura rutina triste que tiene el mismo potencial de arruinar una vida pero con el agravante de que la extiende, extendiendo así la agonía de cada nuevo año.

Qué abstracto y qué aburrido. Y aun no has visto nada.

Suena la alarma como en cualquier lugar del mundo. No quieres levantarte a esto. Prefieres encerrarte en el cobertor de turno y volver a ese lugar seguro cual la placenta de tu vieja que es el sueño. Esas vidas breves que se nos regalan cada noche. Pero ya no se puede, es inevitable porque tu peor amo está dentro tuyo. El mismo que te regala el placer del sueño es el que ahora te urge a enfrentarte a un día que promete. Promete ser igual que ayer.

Sin darte cuenta te estás poniendo shampoo en las manos y tu conciencia se alerta ante la posibilidad de que caiga en tus ojos. Luego vuelve al limbo y ya estás en la calle comprobando los elementos que han quedado de una noche interesante y atractiva a cuya invitación no acudiste. Subes, llegas, bajas, caminas y ya se acercan las 7, esa hora en que empiezas a pagar el precio de vivir con la esperanza de que tus hijos escriban cosas diferentes.