9/3/15

A book is a book is a book is a book is a book...

De un tiempo acá siento que los libros de mi casa me miran con reproche. Me miran los pendientes y un sentimiento de culpa se me instala en las entrañas. Les evito la mirada pues no quiero que su silencio y su aparente inmovilidad me persigan por los cuartos de esa casa tomada por espíritus con mejores esperanzas en la vida. Están allí instalados sobre el escritorio, sobre las camas, en el baño, sobre los muebles recordándome a cada instante aquello de lo que me pierdo. Me miran, me seducen, nos seducimos pero al final debemos separarnos desgarradoramente y ya no puedo mirar, es un nudo no en la garganta sino en las manos que no se atreven a tomarlos y descubrir sus contenidos con la ansiedad del preso recién liberado.
Están también los que ya fueron sometidos. Los que han mostrado ya cada zona de su contenido. Esos saben que han sido vistos pero no explorados. Saben que guardan secretos y se resisten a morir con ellos. Tienen el ansia de ser explorados nuevamente, de una segunda oportunidad que nos permita escudriñar cada detalle, cada giro que no fue descubierto una primera vez.
Pero será muy difícil esta vez.
El tiempo se pierde y ellos se acumulan, se amotinan, se aglomeran. Van invadiendo mi espacio, que en el fondo sé que es su espacio. Cada momento que uno no está con ellos es tiempo perdido, es rendirse ante la llanura de la cotidianeidad.

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