18/3/20

Puerta


Tenía apenas 6 años y estaba solo en casa. Alguna buena razón debía haber para eso. Ni siquiera sabía ver la hora. Ya se había terminado “Blanco y Negro” en la televisión. Antes había visto a Cool McCool y al Ratón Ignacio y a La Gata Loca. Pero ese opio se había terminado pronto y la casa seguía vacía. El silencio de las mañanas se interrumpía a veces ­por la voz redoblada de algún ama de casa. En ese tiempo, los hombres siempre trabajaban por las mañanas.
La quinta también estaba vacía. Lo descubrió al abrir la puerta y asomarse. Quería ver la calle, a veces pasaban autos que veía fugazmente. Puso un balde en el marco, así no se cerraría la puerta. Salió y caminó por el pasadizo con el corazón que le latía, enérgico. Un murmullo se hacía cada vez más intenso mientras se iba alejando del sofá de su casa. Al llegar a la puerta de la quinta lo vio todo frente a él. Los árboles, la pista, el chaparral, la vereda, los autos estacionados, los autos a lo lejos que cruzaban las esquinas, los señores calvos y de pantalón crema, las señoras con canastas colgándoles del codo. Miró atrás y dudó si quedarse en ese universo o volver a casa. Temió que su balde no fuera suficiente para contener la puerta si se cerraba. Y ese temor lo hizo volver.


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