20/3/20

Apagón

Cuando se va la luz, no se logra distinguir nada en los primeros segundos. Alguien anuncia que se fue la luz y otro pregunta si es en todo el barrio. Con la luz se va el ruido y queda apenas un murmullo. Las voces traspasan paredes, igual que las intenciones y los temores.
Se buscan las velas en algún cajón pero se encuentran siempre sobre el refrigerador. Los fósforos están en la cocina. Cuando Jaime sale de la cocina con la vela pareciera que fuera el cumpleaños de alguien. Pero todos están calmos, desde sus asientos siguen la llama amarilla de esa vela que empieza a derretir cera para poder fijarse sobre algún platito. Así son los apagones en familia.
En la calle algunos ya han salido a sus puertas y poco a poco van distinguiendo las figuras habituales de otras tardes. La voz ayuda a atenuar tanta ceguera. No se puede jugar a nada y se sientan a conversar en la vereda. O apoyados en el árbol o en algún auto. A lo lejos se distinguen las tiendas que no cierran. Sus velas encendidas las delatan.
No se sabe la hora pero es tiempo de volver a casa. Alguien se ha quedado con una vela encendida esperándote a que vuelvas. Se desean buenas noches y cada uno va a su habitación. O quizá duerman en la misma habitación. 
Casi siempre, al día siguiente, vuelve la luz.

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