En el día de Santa Rosa, Maradona acababa de dar positivo por último vez en el fútbol y era además el mismo día en que Lady D decidió fingir un accidente de tránsito para dejar este mundo cruel, más que cruel para ella. En ese día, tres jóvenes de 18 se encontraban sentados a la mesa de un bar de Barranco.
En esas edades existe el juntarse para ir a tomar. Tomar y ver qué resulta. En eso estaban estos jóvenes, en las jarras que iban y venían, cada una más helada que la otra. Su experiencia con el alcohol era tan reciente y primaria que aún andaban en la etapa de competir por ser el más o el menos de los borrachos.
El que bebía más rápido, el que se servía más, el que bebía más que los otros, el que más locuras hacía ebrio. Absurdo todo, uno de ellos, el más pequeño, iba ganando en la competencia de "secos y volteaos". O sea que era el que más se tomaba vasos enteros de un solo impulso. Y la cerveza estaba tan helada que era como si a través de un pequeño hoyo y con un embudo le arrojaran agua helada al cerebro y al resto del cráneo. La sensación era nueva, atractiva entonces.
En el bar había un cuarteto de rock que tocaba canciones en español. Pero no tocaban nada de Charly, el legendario músico argentino. Había que obligarlos, pensó el pequeño, y desde el segundo piso, desde una especie de balcón les gritó incesantemente que se canten una del gran Charly. Demoraron. Y lo hicieron tanto que el pequeño tuvo que bajar a insistir. Pero ya eran casi diez secos y volteaos en menos de una hora. Bajar la escalera y tropezarse fue todo uno. Nuestro pequeño se rodó los siete escalones que lo llevaban hasta el primer descanso de la escalera. Cuando lo quisieron ayudar solo decía "¡Toquen Charly, carajo!" Se logró levantar por sí mismo y en secreto comprobar aliviado que sus huesos estaban intactos. Le extrañó no ver a sus dos aliados que para ese momento, ya descansaban livianamente sobre la mesa de madera soñando en que Maradona volvía a jugar al fútbol, uno y el otro que el espíritu de una Lady D con cara de Santa Rosa emergía de un auto negro en un túnel de París hacia los cielos.
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