4/7/17

Ladrillos

El juguete que más me acompañó en la vida han sido mis ladrillos. Los llamo así aunque la mayoría los llamara por su nombre comercial, Playgo. Hoy sé que eran la copia peruana de los famosos Lego, juguete que en aquel momento era imposible para los menudos habitantes de la vecindad.
Esa vez que volví del jardín y ya se venía la navidad, me las arreglé para construir un papá noel que terminó para mi sorpresa como adorno familiar junto al televisor durante esas navidades. Las más de las veces, sin embargo, los pequeños ladrillos se convertían en pequeños futbolistas de extraños cuerpos rectangulares que se deslizaban por la alfombra verde intentando introducir una pelota cuadrada en arcos construidos con sus prójimos. En aquellos partidos sucedían las cosas increíbles que ya el fútbol de carne y hueso en aquel tiempo nos empezaba a negar.
Ya para ese entonces su lugar era un cajón de frutas reciclado donde compartían residencia con muñecos de variadas carencias y rezagos de plástico que alguna vez se había vendido caro y ahora perdían su dignidad debajo de la cama, arrumados por el alma cachivachera de la familia.
No se sabe cómo, quizás fue durante la gran mudanza del 94 que los ladrillos desaparecieron de la faz de la tierra sin una segunda oportunidad sobre la tierra.

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