5/5/20

LOS BITLES

Había una vez una grabadora negra en casa. Uno le ponía un cassette y podía grabar sus propias palabras. Hasta que un día se le perdió el micrófono y no le quedó más que reinventarse en un triste toca-cassette de un solo parlante.
Un cassette de 90 minutos llegó desde muy lejos. Francia, para ser más exactos. Traía música variada. Se lo enviaba a Viviana una desconocida amiga que tenía el hábito de cartearse con gente de todo el mundo. En uno de esos intercambios, llegó el cassette a la misma casa donde estaba la grabadora negra.
Eran un disco rojo y otro azul que llegaron prestados por alguien de la Unesco o algo así. Mientras pelaba arvejas en el sofá de la casa, Javier los escuchaba a todo volumen. En algún momento, Javier debe haber pensado que era mejor oír los discos en un cassette. El disco rojo (que era doble) supo caber en 90 minutos.
Una tarde, esa grabadora se unió a ese cassette y la música de esos discos rojos fue brotando desde un solitario parlante.
Sigue haciéndolo hasta hoy.

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