22/1/19

Jorgito

El 9 de noviembre de 1986 fue un domingo inusual. Debe haberlo sido cuando Julián volvió de jugar en la calle solo para confirmar que una vez más había acertado al ganador de las elecciones. Ahora además del presidente, el alcalde de Lima también era aprista.
Pero después todo fue raro. A los pocos días o quizás a las semanas, Julio Poza, el humorista, hacía mofa de él en la tele, el alcalde aprista era el bobo, el idiota del chiste, el popular cara'e dedo. Mafalda. Así hasta "la última de Jorgito".
Julián era aprista y lo apoyaba a muerte, así como al presidente. Cabe mencionar que Julián tenía apenas ocho años. La muerte se veía como algo lejano.
Más de diez años después, Julián ya no le temía a la muerte. Sin entender muy bien (casi lo mismo que hacía más de diez años), se involucró en la resistencia a la dictadura. Pegó carteles, repartió volantes y a medida que se acercaba la fecha de la gran marcha se allanó a hacer todo aquello que le indicaran. Era un soldado humilde de la democracia. 
Así fue como terminó en un salón del congreso, frente a cámaras de televisión, sin decir una palabra, de pie detrás de los organizadores, apoyando, siempre apoyando las actividades de organización. El pueblo unido, jamás será vencido. Le dijeron que no hable, que solo estuviera allí sosteniendo una consigna que él no había escrito, la cara seria, desafiante al poder que los ignoraba. 
Hasta que apareció él, el ex-alcalde de Lima, con un periódico bajo el brazo. Entró discretamente a la sala y se sentó a un costado a leer su periódico. A Julián eso fue lo que más le impactó de estar en el congreso, en esa conferencia de prensa. Pues no parecía tan idiota.

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