21/5/18

Las Tradiciones Peruanas

Al verlo supe que nada había cambiado. Está más viejo pero conserva el olor a libro clásico de aquellos tiempos. Sus páginas siguen suaves, sutiles, pero igual de poderosas que hace 30 años. Lo comprobé ya en casa, cuando en el silencio de la noche, mientras los demás dormían, volví a abrir mi viejo ejemplar de Las Tradiciones Peruanas.
Allí estaba la prosa de Palma. Limpia, precisa, de infinitas variantes. Me contaba entonces como ahora de una ciudad hermosa, viva como su gente, rebelde a su manera, de un país que va surgiendo, de cómo el presente se ha ido haciendo. De cómo aquellos, en esos tiempos tan idos son tan parecidos a estos de tiempos presentes.
Lima se hace de calles y estas se pueblan de criollos, de negros, de chapetones, de mestizos e indios y entonces ya no solo importan las revoluciones y las guerras sino la minucia, eso que todo el mundo desprecia pero que es en realidad lo que causa todo. Los apetitos de un virrey, la envidia de un conquistador, el amor de un inca, la angurria de un libertador. Cientos de ejemplos en papel de biblia, tapas duras y hoy en día con el lomo ausente por el uso.
Muy poco queda de esas historias en estas calles que hoy caminamos. Incluso en aquel tiempo, cuando caminaba las mismas calles cogido del dedo de mi viejo, reconociendo lugares, buscando La Casa de Pilatos o la Calle de la Manita, eran escasos los vestigios. Pero allí están a veces y es suficiente. Porque en lo que es hoy reconocemos la herencia de lo que fuimos. Porque ese balcón republicano no es el que construyeron hace 400 años pero está en el mismo lugar y tiene la misma forma que aquel. Porque la historia se repite y hoy como entonces tenemos Perricholis, Demonios de los Andes, Bolívares, Abascales, Pejes Chicos, todos esos personajes que se ocupan de poner la ficción en la realidad gris del siglo XXI. Realidad que, como lo comprueban estas miles de tradiciones, siempre  supera a la ficción.

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