Un día la tierra se movió y James, que estaba en cuclillas, se cayó de poto. Joel, sentado en el suelo, lo vio caer y se rió tan fuerte, que sus carcajadas lo derribaron también. Los naipes con los que habían estado jugando seguían en el suelo y así, todos terminaron desparramados sobre el suelo rojiamarillo de la quinta.
No tardó en salir la mamá con un pañuelo en la cabeza cubriéndole los ruleros. 'Temblor', les dijo y James aún con el trasero en el suelo pero ahora recostado contra la pared dijo que él lo había sentido, que por eso se había caído. Joel escuchaba atento y ya no reía.
Mamá se llevó a Joel adentro mientras James, al contrario, salía por ese largo túnel sin techo que era la quinta hacia la calle. No tardó en volver con las noticias. 'Se ha caído la casa del malecón'. Mamá no le creía. 'Sí, Martin vino corriendo y nos dijo'. Joel aprovechó la confusión y salió de casa. Salió de la quinta. Se enrumbó al malecón, que estaba apenas a una cuadra de la casa.
Le decían malecón pero no era más que un acantilado. Y allí estaba la casa. James divisó a Joel y lo alcanzó. La casa era enorme y hermosa. Ya no existe nada de ella. Su fachada daba a la pista que corría paralela al mar 100 metros más abajo. En realidad entre la fachada y la pista había un parque de unos 30 x 30 que hacía las veces de su jardín particular. Allí, al centro de ese parque estaba el busto a Túpac Amaru al pie del cual años más tarde James enterraría a su pequeña mascota. En esos dos pisos había opulencia, ventanales con vidriería trabajada por artistas, paredes con relieves, diseños cuidadosos para algún aficionado al mar que entonces solo tenía que abrir su ventana posterior y lo tenía frente a sí. El mar era ahora inalcanzable, quizás en otro tiempo una escalerilla lo hubiera unido a la casona.
Hasta allí llegaron Joel y James. Cruzaron el parque decididos. Más allá no había más que tierra muerta y piedras tipo cascajo, endurecidas por el sol de los mediodías que empeora con la brisa marina. El viento soplaba fuerte, ellos avanzaban hacia el borde del barranco, hacia el costado de la casa, queriendo ver la evidencia, el cuarto expuesto tras la repentina caída de un buen pedazo de casa. Querían ver el trozo de casa en algún lugar de esa caída hasta el mar. Querían ver el trozo de casa flotando en el mar y alejándose quién sabe hasta qué lejano país del oriente. En vez de eso salió por la puerta un viejo en guayabera con el periódico abierto y leyéndolo mientras caminaba lentamente. Apenas se distrajo con ellos, les regaló una mirada fugaz, suficiente para saber que eran inofensivos. Siguió su camino mientras James y Joel se volvieron a mirar el mar y disimulando sus intenciones, fabricaban en sus mentes un sueño nuevo.
Hasta allí llegaron Joel y James. Cruzaron el parque decididos. Más allá no había más que tierra muerta y piedras tipo cascajo, endurecidas por el sol de los mediodías que empeora con la brisa marina. El viento soplaba fuerte, ellos avanzaban hacia el borde del barranco, hacia el costado de la casa, queriendo ver la evidencia, el cuarto expuesto tras la repentina caída de un buen pedazo de casa. Querían ver el trozo de casa en algún lugar de esa caída hasta el mar. Querían ver el trozo de casa flotando en el mar y alejándose quién sabe hasta qué lejano país del oriente. En vez de eso salió por la puerta un viejo en guayabera con el periódico abierto y leyéndolo mientras caminaba lentamente. Apenas se distrajo con ellos, les regaló una mirada fugaz, suficiente para saber que eran inofensivos. Siguió su camino mientras James y Joel se volvieron a mirar el mar y disimulando sus intenciones, fabricaban en sus mentes un sueño nuevo.
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