Caminar es lo
que finalmente nos distinguió de los monos. Pasar de necesitar cuatro patas a
dos piernas sencillas para moverse de un lado a otro nos ha llevado hasta la
luna donde finalmente, nuestro objetivo último era caminar.
Se aprende a
caminar al llevar aproximadamente un año de vida. Los caminos son inciertos
entonces y contrario a lo que se cree, así permanecen por el resto de la vida.
Se camina de la mano de papá o mamá hasta que se encuentra el amor, que entonces se camina de la mano de esa persona que nos evitará tropezar con la misma piedra como le sucedió a Julio Iglesias.
Se puede hacer
en compañía, claro, pero no más de dos personas al mismo tiempo. Es lo que
soporta cualquier vereda pues de tres para arriba, habrá momentos de confusión
en los que no se sepa quien deberá pasar primero. Esto activará la conciencia
de que en todo grupo de personas hay jerarquías. Activará entonces el respeto,
que es enemigo de la conversación pues esta necesita de apertura total tanto en
lo por decir como en lo por escuchar.
Machado lo
dice y Serrat lo canta: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Los
caminos de la vida no son lo que Vicentico esperaba y las Bangles han caminado
como egipcias por más de tres décadas.
Se camina
siempre hacia un lugar aunque a veces no sepamos cuál es.
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