25/3/13

Llave

Las llaves nunca se pierden. Son inmortales. Desaparecen de los bolsillos en las mañanas siguientes a cualquier mudanza. Se multiplican de a tres por puerta y nos llevan solamente a lugares posibles. Representan apertura y clausura.
Las primeras se cayeron de la mesa al partir la hermana mayor. Nadie las tomó y por años fueron la libertad de profanar el sepulcro nocturno y silencioso de los sueños familiares. Las llaves eran las 2 de la mañana con signos de ebriedad que le conversaban a un espejo en el baño de paredes de cáscara famélica.
Luego fueron otras y otras más y hoy son cinco. Puerta final, puerta edificio, puerta de aquel otro edificio, casillero en el trabajo, azotea. Lugares alcanzables, al alcance de mi bolsillo.

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