Hay un 99.9% de probabilidades que Guerrero no vaya al mundial. Y con la confirmación de su ausencia, se acabará la última duda que rodea a la selección. Mejor dicho, la última opción de polémica.
Por eso es que venimos hablando de ello desde hace diez días, por la pura costumbre. Y eso, por una parte es bueno, pues quiere decir que la selección ya no genera dudas. El equipo lo sabemos todos de memoria, confiamos en la capacidad de los protagonistas, sabemos que van a trabajar de la manera correcta, todo está correctamente planificado. Solo nos queda tiempo, esperar que la fiesta inicie. Nos queda ensayar nuestras celebraciones, planear el con quién, el bebiendo y comiendo qué, el cómo, el cuándo.
Entonces, en la certeza del trabajo bien hecho, nos quedamos sin qué comentar. Nos quedamos sin opiniones qué intercambiar. Por eso intercambiamos figuritas. Pero también, pasada la fiebre, esto ya no nos satisface. Escuchamos los programas deportivos y es más de lo mismo, jugadores declarando lo mismo, comentaristas comentando más de lo mismo, en los programas de televisión que predecían tener material de sobra cada día para llenar no 24 sino 48 horas diarias de información, hoy solo vemos entrenamientos en Videna que no entendemos pues no es más que uno de nuestros jugadores riendo o pateando una pelota al azar. No hay más que mostrar. Sin embargo, seguimos a la búsqueda de algo que decirnos. Es costumbre, nomás. El fútbol de repente se volvió aburrido.
Pero es que hoy no hay ya nada que decir.
Durante 36 años hablamos porque era lo único en lo que podíamos competir. En hablar. Hablábamos mil veces, diez mil, nos rodeaban todas las palabras de la tierra pero el cadáver no se echaba a andar. Seguíamos muertos. Porque si algo había que hacer era jugar y allí es donde fallábamos. El que gana no es el que más habla sino el que más goles hace. Y el gol es el lenguaje del fútbol, aunque sea una metáfora trillada. Y otra más: Goles son amores y no buenas razones. Como se dice de cualquier 9: tiene que hablar con goles.
Así que ahora damos un paso adelante y cambiamos de lenguaje. Ahora nos toca hablar en la cancha. Nos toca taparle la boca a todos para que nos vean hablar. Y gritar.
Hoy más que nunca y durante las próximas tres semanas, las palabras sobran. Y luego podremos decir con una sonrisa: ¡Qué aburrido era hablar de fútbol! ¡Qué aburrido era buscar en las palabras una solución que estaba en el campo!
O quizás no lo diremos y simplemente sonreiremos sin decir una palabra.