3/4/17

Escritor

Una vez coincidieron la inspiración y la voluntad. Recuerdo con claridad que acababa de terminar de tomar aquello que en Lima llamamos quáker en mi taza naranja plástica de la que debía tomar rápido pues tenía un pequeño agujero en un costado. No era día de colegio obviamente pues luego de terminar mi desayuno, cogí un cuaderno rayado y un lapicero azul y me puse a escribir.
Ya lo había intentado antes pero los términos eran ahora diferentes. Antes era una cuestión inofensiva que mostraba a mi viejo y él me corregía o me decía simplemente que no estaba bien que un niño escribiera ese tipo de cosas. Este día, escribía para un concurso.
La cosa fue sencilla y eso fue lo peor de todo. Gané ese concurso y mi nombre se inscribió en el periódico. En realidad, mi recuerdo ahora se aclara, no gané pero fue el mejor cuento del concurso. Se declaró desierto el premio pero se me otorgó una mención honrosa.
Fui a recoger mi premio justamente con mi viejo a casa de una escritora, quien había sido la presidenta del jurado. Allí fue un poco decepcionante saber que los concursante habíamos sido apenas cinco y que por ese motivo, el jurado no había considerado apropiado otorgar el premio a nadie. No recuerdo qué es lo que me gané, sólo sé que andamos con mi viejo de aquí para allá y él estaba muy orgulloso.

En la clase de arte nos volvíamos un poco salvajes. 30 muchachos con témperas en las manos obligados a permanecer sin vigilancia en una sala blanca, no debe ser la mejor idea para un profesor de cualquier colegio. La catarsis empezaba en los lavaderos donde enjuagábamos nuestras manos y nuestras paletas. El agua era el elemento de ignición.
Pero un día llegó alguien a decir que yo debía salir de allí. No entendí muy bien hasta que vi a mi viejo esperándome en el hall del colegio. Sonriente, sin mucha parafernalia me dijo: Has ganado los concursos de cuento y poesía. Dos segundos después recordé que hacía algunas semanas había escrito otro cuento y hasta me había animado a escribir una poesía que no era más que una rima tras otra. Primer puesto en poesía y tercer puesto en cuento nada menos. No había tiempo que perder, tenía que ir a que me premien ya mismo. Fui a recoger mis cosas del salón supongo y luego de la mano de mi viejo a un auditorio. Luego los recuerdos son fragmentados, visitar palacio de gobierno donde mi padre me aleccionaba a saludar fraternalmente a Alan García, ir a comer a un restaurante un frejol con seco y viendo un show de marinera, ir a visitar las instalaciones de la marina de guerra en el Callao, es lo que permanece hasta hoy. Deben haber sido dos días.
El premio era algo así como 30000 intis por lo de poesía y 10000 por lo de cuento pero nunca lo vi. Había necesidad en la casa, mi viejo le debe haber dado un mejor uso del que yo le hubiera podido dar.
Al volver a clases, creo que al lunes siguiente, llegué tarde y al tocar la puerta, en vez de abrirla para que ingresara, le echaron llave por dentro. Se demoraron algunos minutos en abrir y cuando finalmente lo hicieron, fui a mi salón y sobre el escritorio había un papel con el dibujo de una pluma en un tintero y escrito con plumón celeste decía: Felicitaciones José. De toda la clase.

Han pasado 28 años de aquellos acontecimientos y nunca más volví a ganar ningún concurso literario. Ahora escribo en un blog.

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