30/6/16

Noche en la Vecindad

El llanto lejano de ese bebe se asemeja tanto al maullido obsceno que desde hace dos meses acompaña las noches frías. Los gatos son así, se instalan en la oscuridad del estacionamiento repleto de autos inmóviles y no hay como encontrarlos para hacerlos correr. Nadie tiene las ganas necesarias para perseguirlos o buscarlos. Hay que subir las escaleras acompañados de esos miau que se alargan y maldecir las potenciales desventajas de tener un animal callejero residente.
La televisión encendida en una novela también acompaña el silencio. Es el hombre de la voz gruesa que seduce a la inocente mujer cada noche. O quizás el programa concurso que arrasa en sintonía. O son simplemente las noticias de fondo que ya no nos dicen nada nuevo. Las muertes, la corrupción, los deportes.
Un bastón resuena escalón por escalón. Se le añade a cada golpe un resoplido cansado que emana regular de un cuerpo excesivo ya sin capacidad para poder tenerse en pie por sí solo. Dice unas palabras al aire helado, entre ruego a la vida y maldición de la misma.
Una puerta que se abre para cerrarse, las rejas sin aceite. Y las teclas que se hunden a ritmo de 6 por segundo intentan sin éxito (un fracaso más qué importa) describir la cotidianidad de esta colmena sórdida y nocturna que se apresta para el reposo.

29/6/16

Bobby

Hoy Bobby se perdió en un supermercado, la pena se instaló en nuestros corazones y nos fue imposible sacárnosla de encima. No queríamos mirarnos porque sabíamos que al hacerlo las lágrimas serían ineludibles, simultáneas, unánimes. Fuimos tres espectros de décadas diferentes y una bebe gigante que andábamos en silencio mientras las ofertas se anunciaban por los altoparlantes. Hubo una orden inicial, apenas segundos después de la tragedia, que nos conminaba a prestar atención a todos los carritos circulantes del supermercado, con especial énfasis en aquellas familias rodeadas de niños. Porque sabíamos que había sido raptado.
Un descuido de sólo diez segundos lo inició todo. La rana descansaba en los brazos de la bebe gigante sentada en su cochecito pero Bobby brillaba por su ausencia. Fue todo darse cuenta, volver sobre los pasos con una calma desesperación, pedir en silencio que aparezca en ese sobre poblado supermercado, pero había desaparecido tan rápido que era evidente que alguien lo había recogido del suelo y sucumbiendo ante su carita encantadora de perro obediente, cometió el maldito secuestro que nos tenía tal cual, con la noche encima, sin saber a dónde ir y buscando alguna solución que pudiera satisfacer nuestra sensación absoluta de haberle fallado a nuestro amigo fiel. No lo cuidamos y se nos fue, error imperdonable.
La ropa china barata, los productos lácteos y embutidos, lo que sirve para el desayuno, los productos de limpieza, la panadería, en ese enorme lugar con tanta gente, todo desaparecía, hasta el ánimo. Desesperado, miraba cada carrito y la esperanza se esfumaba. Ya ni sabíamos para qué habíamos ido hasta ese lugar, no era posible. Tantos días juntos, un miembro de la familia, peludo, de ojos inexpresivos, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Pero llegó ese segundo. Una bola crema junto a la nalga de un niño de año y medio que no tiene la culpa de nada. El carrito era empujado por su viejo secuestrador de Bobbys que es a quien hay que culpar. La mamá no aparecía aun en el cuadro. ¿Pero era Bobby? "¡Mira, allí está!" fue el grito y el pensamiento "por favor dime que es él". Y era. Nos acercamos furibundos, solo dos, dispuestos a todo para recuperar esa piedra angular que habíamos descubierto que nuestra familia tanto necesitaba. Era él y mientras uno lo recuperaba físicamente, el otro prevenía cualquier reacción adversa. Atrévanse a quitárnoslo y conocerán la furia de cuatro anónimos que aman a su peluche que es el quinto miembro de esa pequeña burbuja de vida y felicidad que tanto trabajo cuesta construir en medio de las lloviznas del invierno limeño.